A estas alturas, no creo que nadie dude de que Pedro Sánchez es un tipo tocado por el dedo de la diosa Fortuna, es decir, afortunado. Que las negociaciones para una eventual incorporación de Ucrania (y Moldavia) a la UE se desbloqueen precisamente cuando concluye la presidencia semestral española de la Unión es, me advierten, más bien una casualidad que una causalidad devenida de la acción de Pedro Sánchez, que ha sido en este sentido escasa o nula. Pero la astuta Moncloa lo aprovecha todo, y la legión de asesores monclovitas se afana por distribuir los elogios de Ursula von der Leyen y de Charles Michel, presidente de la Comisión y del Consejo respectivamente, dirigidos a lo realizado por España en este semestre que ahora concluye.
Cierto que bajo la égida de Pedro Sánchez, un personaje que parece dotado de una ubicuidad que le permite aparecer simultáneamente en varios lugares, o al menos dar la apariencia de ello, se han suscrito acuerdos de cierta importancia en la UE, aunque los logros del semestre hayan sido, en general, discretos y tapados por el oleaje interno en nuestro país. Y, además, no ha sido menos cierta la incapacidad política de la Unión de intervenir eficazmente en los grandes conflictos de Ucrania o Gaza o de homogeneizar las posiciones internas al respecto.
Y así, me temo que Viktor Orbán, el terrible, anti liberal y casi antidemocrático primer ministro de Hungría, ha acaparado en los últimos días, con su rechazo a una aproximación hacia las posiciones de Zelenski, muchas más portadas europeas que Pedro Sánchez en su despedida cordial flanqueado por doña Ursula y don Charles, con los que ha hecho mejores migas, claro, que con el ‘popular’ Manfred Weber. Otra cosa, desde luego, han sido las portadas en España, donde todos estamos fascinados por nuestra bronca continua, que ya ha adquirido dimensión continental.
Porque ocurre, creo, que, bajo la batuta de Sánchez, empeñado en pasar a la Historia con mayúscula como aquel presidente de la Internacional Socialista tan progresista y tan pugnaz, las dos Españas se han trasladado a las dos Europas. La bronca política española se ha exportado a la UE, y esto es algo de lo que también dejarán constancia los historiadores del no tan lejano mañana. Que el líder del Partido Popular Europeo, que es alguien que de pronto podría convertirse en presidente de la Comisión Europea, afirme en una entrevista que Sánchez ya puede ir despidiéndose de sus pretensiones de llegar a ocupar un puesto relevante en la UE, me parece algo que habría de hacer reflexionar al presidente del Gobierno español. Y a Weber, claro, que se ha dejado arrastrar por la eterna batalla intestina en España, a la que Europa no le perdonará.