Ya no sé por donde empezar. Está claro que algunos políticos están dispuestos a hacernos la vida más complicada a toda costa, son como bomberos pirómanos que se dedican a crear problemas creyendo que los pueden solucionar. Para ello recurren al tremendismo, al alarmismo, a atemorizar a la población para, desde el desánimo que generan, captar votos del cabreo que ellos mismos han forzado. El entreguismo de Sánchez a Puigdemont que se traduce en cesiones permanentes del estado para una región española que suponen el desmantelamiento del propio estado, se vio con claridad en el pleno del congreso del pasado miércoles. Puigdemont, el prófugo, ha decidido desde Waterloo lo que se va a hacer en España, eso sí, dejando meridianamente claro que España le importa un bledo. El Psoe se humilló ante el independentista y en ese acto innoble humilló a España y a nuestra democracia.
La democracia no puede ser esto y, si lo es, entonces no es democracia. Lo ocurrido es solo la antesala de lo que va a ser esta legislatura, el chantaje permanente en cada votación que se produzca, esta es la fórmula que Sánchez, con su mayoría Frankenstein, ha elegido, no cabe mayor indignidad ni mayor irresponsabilidad cuyos costes y consecuencias no soportará Sánchez sino todos los españoles entre los que las políticas de Sánchez siembran el enfrentamiento y la discordia. Mal camino el elegido y acompañado por un silencio culpable de todo un partido socialista “okupado” por la peor generación de socialistas de toda su historia. Junts, contra España, ha ganado esta batalla, pero no se tranquilicen, es solo la primera de todas las que va a ganar mientras este gobierno indigno aguante y no lo olviden, todos los éxitos de los independentistas, serán derrotas para todos los españoles. La otra cuestión que ocupa primeras planas es el asunto de los pellets. Un barco pierde unos contenedores en alta mar, en aguas portuguesas, uno de los contenedores contiene pellets que el mar va distribuyendo a su antojo por las costas de Atlántico, desde Canarias hasta el país vasco, pero solo ocupan informativos los que llegan a las costas gallegas. Son pocos, de momento, pero escuchando las noticias, pareciera que vivimos rodeados y acosados por esas bolitas plásticas. Una vez derramadas en el mar y no detectadas por el gobierno de España, único con jurisdicción sobre aguas marinas como acredita el Plan Marítimo Nacional, quizá sea lo mejor que lleguen a las costas porque ahí se pueden retirar. Cuando la naviera responsable lo comunica al gobierno portugués, este lo traslada al gobierno español y este no hace nada. El 3 de enero el presidente Rueda recibe la primera comunicación y al mismo tiempo, empieza a recibir el ataque del gobierno español pretendiendo convertir en culpable a la Xunta de un accidente ante el que la administración competente, el gobierno de España, no actuó en absoluto.
El ministro Puente, fiel a su estilo, emprendió un ataque salvaje como estrategia de defensa y al mismo se sumó el BNG, siempre dispuesto a la “liorta” permanente para hacer de lo sucedido el eje de su campaña electoral. Ahora vendrán manifestaciones para alargar el tema hasta el 18 de febrero e incluso usando fotos falsas, como los socialistas y los “bloqueiros” pretenden atemorizar al pueblo gallego. Si algo falló en la Xunta fue la comunicación y ahora solo queda que Rueda ofrezca al gobierno de Sánchez una presencia conjunta ante los medios para exhibir los documentos que aclaran quien faltó a la verdad y acabe con esta ceremonia de la confusión que alimenta la izquierda.