on muchas las personas que dicen no reconocer a este partido socialista. Desde ciudadanos no militantes de ninguna formación política pero que votaron en algún momento al Psoe, hasta destacadísimos militantes y cargos relevantes del propio partido. Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo son ahora tachados de “fascistas” por la actual dirección socialista, incluso el único varón socialista que queda, Page, que discrepa un poquito, es tratado de traidor por sus compañeros. Todos recuerdan cuando Felipe era todopoderoso secretario general, en las ejecutivas del partido tenía siempre un veinticinco por ciento de votos en contra en su propia ejecutiva. Había debate, muy duro en ocasiones, pero el partido tenía un proyecto social demócrata perfectamente identificable y con las aportaciones de todos, críticos incluidos, se mantenían como una fuerza política con vocación de mayorías, un partido de gobierno con programa propio, abierto a la negociación, pero con límites perimetrados sin concesiones vergonzantes. ¿Qué ha cambiado entre aquel partido socialista y el actual? Todo. En aquellas ejecutivas felipistas había pesos pesados, con currículos profesionales acreditados que no estaban dispuestos a vender sus principios por pisar moqueta o coche oficial, tenían una vida al margen de la política y estaban dispuestos a volver a ella sin vértigo. Ahora no, todos los miembros de la ejecutiva “sanchista” viven de la política y si se les ocurre rebelarse contra la dirección tienen los días contados. Es muy difícil encontrar un profesional de prestigio entre los nombres que ocupan asientos en la ejecutiva y claro, su dependencia del sueldo les obliga a ser serviles con el jefe. Toda la dirección actual es una guardia pretoriana de Sánchez porque el hiper liderazgo del presidente ha opacado cualquier otra figura que pudiera destacar. Si el presidente dice que la amnistía es inconstitucional, salen todos en tromba a proclamar la inconstitucionalidad de la norma, pero si a los pocos días el presidente dice que es constitucional, los mismos que antes jaleaban la inconstitucional norma, ahora se parten la cara por defender su máxima legalidad. Si el presidente decía que no podría dormir tranquilo con Podemos en el gobierno, todos los súbditos de Sánchez padecían insomnio, pero una vez que Sánchez pactó con Podemos e hizo a Iglesias vicepresidente todos celebraron el “gobierno de progreso”. Si Sánchez decía que no pactaría con Bildu, todos arremetían contra los terroristas, pero esos mismos, llamaron “hombre de paz” al terrorista Otegui. En este mar de contradicciones aparecen los Ábalos, los Cerdán, los Koldos, los Aldama y muchos más mediocres que, acercándose al poder, hicieron fortuna. Incluso cuando Juan Lobato asistía a los plenos de la Comunidad de Madrid iba acompañado de su corte de socialistas, los mismos que cuarenta y ocho horas después arremetían contra él y acompañaban al tal Oscar López con entusiasmo mientras “okupaba” la secretaría general de los socialistas madrileños. La lealtad en el Psoe actual tiene un significado distinto al que reconoce la RAE, ahora ser leal significa seguir a ciegas a Pedro Sánchez, tenga las contradicciones que tenga, les da igual, hacen eso y todo lo que haga falta para agradar al intocable Sánchez, aunque lleve al partido a su auto destrucción mientras alimenta el crecimiento de la derecha más extrema con sus imprevisibles decisiones. No, el partido socialista que, con sus aciertos y errores conocimos, ya no existe, no se sabe cual será el futuro tras las ruinas que deje Sánchez y ningún líder regional o nacional se atreve a plantar cara al caudillo Sánchez. No les extrañe ver una representación española en la toma de posesión, si sucede, de Maduro porque el santo y seña de Sánchez es “donde dije digo, digo Diego” y todos a aplaudir. Zapatero ya enseñó la patita.., y la pastita.