Sanxenxo bien puede ser una metáfora, un adelanto de lo que puede ser el futuro más inmediato del Rey emérito: discreción en su país al que puede venir, al menos en teoría, siempre que quiera. No es necesario insistir en la poca o nula ejemplaridad en su vida privada. Descubrir todo lo que se ha descubierto ha sido un mazazo emocional para millones de españoles y un serio problema para su hijo, el Rey Felipe.
Hace ya tres años se optó por acudir a lo más parecido a un exilio. Don Juan Carlos no se fue porque quiso y no fue su hijo quien le dijo que aquí no podía seguir. Fue una tercera persona quien informó a Don Juan Carlos de la decisión adoptada por Zarzuela -en este caso su hijo- y Moncloa. Se quiso solucionar un problema poniendo distancia de por medio, pero la solución, que nunca he compartido, ha creado un problema que genera debate, inquietud y que en el fondo no ha solucionado nada. El que el emérito no esté, que no se le vea, no arregla el problema de fondo, máxime cuando a efectos judiciales ya no hay nada que decir.
El que fuera jefe del Estado ha vuelto a Sanxenxo. Sobre este viaje se han dicho muchas cosas pero nadie pone nombres y apellidos a las informaciones que hemos conocido. Hablar de Zarzuela es tanto como hablar de Moncloa. Son entes y como Zarzuela no es aficionada a desmentir todos podemos decir una cosa y la contraria. Lo único constatable es que el Rey emérito ha vuelto. Lo está haciendo bajo unas premisas bien distintas a su primera visita demostrándonos que la privacidad, la prudencia son posibles y creo que deseables. La normalidad existente en Sanxenxo es la normalidad que se debería establecer en todos los estamentos porque en un momento u otro Juan Carlos volverá a España de donde nunca debería haberse ido. Debe volver porque por muchas tropelías que haya cometido -y las ha cometido- a nadie se le puede prohibir acabar sus días en su país.
España, como cualquier otra nación, tiene que aprender a convivir con sus problemas, con sus decepciones y con sus miserias y la Corona también, entre otras razones porque si Felipe es Rey es por ser hijo de Rey. Está en la retina la imagen de la Reina Isabel cuando entró del brazo de su hijo Andrés, acusado de delitos sexuales, en un acto solemne de la Corona británica. El caso es bien distinto en lo que a los personajes se refiere. El príncipe Andrés no ha sido Jefe de Estado, pero la reina Isabel asumió que era su hijo. Los españoles en general y la Corona en particular tiene que asumir una realidad que a todos nos genera decepción.
Ojalá el Rey emérito, en algún momento, dijera algo a los españoles. Sería bueno para el y para el país, teniendo claro que siempre habrá quienes nunca, nunca se darían por satisfechos. Lo que en ningún caso puede ocurrir es que Don Juan Carlos fallezca fuera de España o le traigan en plena agonía. De alguna manera hay que pasar página. No puede ser que cada vez que venga se genere un problema de dimensiones exageradas. Por el bien de la Corona y de quien la encarna cuanto antes se de cierre a la actual situación, mejor para todos. Sanxenxo está siendo el ejemplo, la metáfora de la normalidad a la que hay que volver más pronto que tarde.