Galicia se juega su futuro en ocho días y créanme no son unas elecciones más. En medio del follón permanente que tenemos montado en España por las decisiones contradictorias de Pedro Sánchez, la tierra de Rosalía y Curros goza de un estatus que la convierte en excepción: la estabilidad política que mantiene desde hace muchos años es un valor reconocido que contribuye al desarrollo y el bienestar de todos los gallegos. Es, por tanto, un valor a proteger y mantener.
En una democracia la alternancia es absolutamente normal e incluso necesaria, si las cosas no funcionan la ciudadanía decide dar la oportunidad de gobernar a la alternativa a ver si mejora la situación. Claro que, la condición necesaria para que esto ocurra, es que haya una alternativa clara y sólida que genere confianza, que sea fiable. En Galicia este no es el caso. Un cambio de gobierno en San Caetano llegaría de la mano de un acuerdo multipartidista entre separatistas, socialistas, comunistas y Podemos, lo que produciría una situación de ingobernabilidad e inestabilidad absolutamente contraria a los intereses de los gallegos. Ningún empresario con dos dedos de frente arriesgaría una inversión en una tierra sometida a la inseguridad jurídica y al capricho de tantas fuerzas políticas con intereses encontrados.
El BNG empezaría, con sus ansias separatistas, a la “desconexión” con España y planearía un referéndum de autodeterminación, ¿les suena? Pues sí, importar de Cataluña su desastrosa gestión de los separatistas que ha roto la convivencia entre catalanes y se han convertido en un problema para España. Si a esto le añadimos a los socios del BNG, Bildu, tendríamos la tormenta perfecta que en nada beneficiaría a los gallegos. No le gusta a la señora Pontón que le recordemos esto, pero es la realidad. Hace veinte días el BNG fua al país vasco a manifestarse a favor de los presos de ETA, en unos meses se presentarán juntos a las elecciones europeas, la eurodiputada del BNG tiene como asesor a un terrorista condenado y no pierden ocasión para pasearse de la mano con Otegui, a quien le ponen alfombra roja.
El éxito del PSOE en estas elecciones sería hacer presidenta a la candidata del BNG, resignándose a ser una fuerza residual y. eso sí, pondría toda la carne en el asador para hacer constitucional un referéndum separatista al estilo de Junts y ERC, socios también del conglomerado Frankenstein que mantiene a Sánchez en Moncloa a base de chantajes permanentes. Para completar la ensalada de siglas,
Podemos y Sumar que andan a puñetazos en Madrid y se desahucian mutuamente de los despachos del congreso, no son de fiar porque ni entre ellos se fían de sí mismos. Frente a esto, solo queda una alternativa real, seria y estable que encabeza Alfonso Rueda al frente de un partido unido y con un proyecto coherente y reconocible. Galicia vive en una paz razonable, convive con dos lenguas que son patrimonio y propiedad de todos los gallegos, la armonía social goza de buena salud y la seguridad jurídica reina en las tierras de Breogán.
Poner en riesgo estos valores sería temerario y los gallegos saben muy bien que con las cosas de comer no se juega. Cierto es que Rueda tiene pendiente la bonificación del impuesto de patrimonio al 99%, como ocurre en los otros territorios que gobierna el PP y que supone la captación de inversores y la igualdad de oportunidades de nuestra tierra para competir en los mercados del capital. En todo caso, esta semana es definitiva. ¡Sentidiño!