Las estadísticas dicen que nos gastamos casi 9 euros al mes en ver películas, ya sea en plataformas o en el cine. Si la Xunta fuera una familia media se gastaría menos de un euro. Es lo que le suponen las ayudas al cine gallego dentro de su presupuesto. Sé que todo el mundo está hablando del gasto en Defensa, pero permítanme hablar del gasto público gallego en el audiovisual, aunque solo sea porque mañana se entregan los Mestre Mateo.
Puede que películas como ‘Honeymoon’, ‘As Neves’ o ‘Justicia Artificial’ no estén al nivel de ‘La infiltrada’, ‘El 47’ o ‘Casa en llamas’. Tampoco han tenido la misma promoción ni el mismo apoyo institucional para su realización. Si hablamos de ventajas fiscales, Canarias y el País Vasco se llevan buena parte de los rodajes. Si hablamos de industria, Madrid y Cataluña están a años luz del resto de España y además cuentan con sendas escuelas de cine que Galicia debería tener hace años.
Y aun así el audiovisual gallego mantiene su ritmo, con más de 4.500 empleos y más de 400 millones de facturación. Claro que el papel de la televisión autonómica es clave en estas cifras y esperemos que lo siga siendo después de ese juego de letras que convierte a la CRTVG en la CSAG, Compañía de Servicios Audiovisuales de Galicia, aunque este es otro tema.
La cuestión es si se prefiere un sector atomizado, con pequeñas productoras y pequeños proyectos o grandes películas y series que logren la proyección que busca Galicia. Sin descuidar el talento incipiente que puede asomarse en cortos y, sí, también sin olvidar las cuestiones de género, discapacidad, lengua etc, que tantos consideran más importantes que la calidad final o el éxito de audiencia. Pero se trata de que el cine aporte riqueza económica y cultural. Y para eso el producto debe tener éxito.
En términos de premios, no corren buenos tiempos para quienes defienden que la calidad depende de la financiación de las películas. Aunque son presupuestos muy elevados para las películas gallegas, los Oscar de ‘Anora’, con 6 millones de dólares, y ‘The Brutalist’ con 9, han puesto en evidencia que no todo es la chequera. Pero si buscan las cuentas de las películas más taquilleras y las que más éxito han tenido en plataformas, comprobarán que el cine que mueve millones es más capaz de contratar a los mejores profesionales artísticos y técnicos. Porque esto no solo va de actores y directores en alfombras rojas, va también de abogados y carpinteros, ingenieros y conductores. Y cuando cuentas con los mejores profesionales las cosas suelen funcionar mejor.
El cine también se enfrenta a su propia imagen como sector y a los activistas y sus campañas contra las películas. ‘The Brutalist’, “sionista”. ‘Anora’ “idealiza la prostitución”. Los cineastas españoles, “todo rojerío”. Una pesadez. En este país, gallego o español, no se cuida como debiera la promoción ni el marketing. Buena prueba de ello es que el plan de comercialización en la convocatoria de ayudas gallega es un documento voluntario. Puede que la administración carezca de criterio para valorarlo y crea tenerlo para enjuiciar el guion o el reparto.
En resumen, si queremos mejor y más cine gallego se necesitan productoras más potentes, una escuela de cine propia y todo el apoyo público para competir en igualdad en el mercado nacional e internacional. Y usted dirá: mire, es que me importa un pito que haya más y mejor cine gallego. Puedo llegar a entenderle. Sabemos más de Spiderman que de María Pita, de los ocupantes de la Casa Blanca que de los reyes de España, del truco o trato de Halloween que de Samaín o los difuntos… Y no nos ocurre nada. Salvo que algunos acaban teniendo la sensación de estar más en casa al pasear por primera vez en Manhattan que en el Barrio de las Flores.