Uno no tendría el menor inconveniente, llegado el caso, en formar parte de “tode”, pero ¿qué necesidad hay? Hasta la presente, todo era todo, y nada, ninguna persona, ningún animal, ninguna carretera, ningún edificio, ningún pensamiento, ningún árbol, ningún dios, nada, existía fuera de él. Sin embargo, alguien ha decidido que, tratándose de personas, las hay que no tienen por qué sentirse cómodas en la breve palabra que expresa tan fabuloso concepto, es decir, siendo parte del todo, y se ha inventado un todo sólo para ellas. El conjunto de los que se mudan a ese otro absoluto de reciente factura reciben en consecuencia, al parecer, el nombre de todes.
En éstos días de fiesta y reivindicación del heteróclito colectivo que no se aviene a figurar en el todo de toda la vida, donde, por definición, cabe todo y caben todos, se ha escuchado mucho lo del todes para definir a los que no se sienten parte de todos. Como eso es imposible, pues todos somos todos, los altos, los bajos, los ricos, los pobres, los guapos, los feos, los alegres, los tristes, los pródigos, los agarrados, los cristianos, los musulmanes, los hetero, los homo, los situados entre Pinto y Valdemoro, los fluídos y los estancos, pues se ha creído que inventándoles otra palabra en sustitución de todos se les hacía un favor. Craso error.
Craso porque esa palabra, todes, es fea como ella sola y cuando se le mete mano a la lengua española, que es bellísima, hay que estar a la altura de lo que se toca, y craso porque, justificando el palabro por aquello de la visibilidad y la inclusividad de esos colectivos, no se hace sino banalizar un fenómeno transcendente, el de la airada resistencia del fascio y de la caverna, cuando no violenta y homicida, a respetar cualquier tendencia sexual y su manifestación pública en términos de absoluta libertad.
Y, por último, craso error eso del todes porque si a lo que se aspira es a la armoniosa y enriquecedora integración en el todos (eso es la “inclusividad”), no parece ni lo más sensato ni lo más práctico el fraccionamiento del todos creando el gueto del todes. Déjense, pues, de todes y de pamplinas y agrupémonos todos en la lucha, ojalá que final, contra el malaje y la ignorancia que hiere, denigra, margina y mata.