El Diccionario de la RAE define la voz “tregua” como “suspensión de hostilidades por determinado tiempo entre los enemigos” y esa interrupción de hostilidades es lo que ocurrió durante la Semana Santa, sobre todo en el largo puente festivo cuando los políticos cerraron sus agendas y desaparecieron las trifulcas que llegaron a cotas inaceptables en lo que va de legislatura.
Por unos días desapareció el tono barriobajero y faltón de todos -unos más que otros- en un cruce de acusaciones para dirimir quien tiene más ladrones en su partido o quien embarra más el terreno. En algún caso las mentiras y exabruptos constataban que habían llegado a un estado de enajenación mental o a un cinismo obsceno.
La expresión que salía de la boca de todos es “Y tú más” para restregarse los casos de comportamientos indecentes que abundan en todos los partidos, una práctica que, lejos de contribuir a un debate constructivo, socava la confianza en las instituciones y en la propia democracia.
Porque en lugar de discutir propuestas, políticas y proyectos de futuro, optan por denigrar al adversario utilizando ataques personales hasta la descalificación y la injuria, una estrategia que no solo desvía la atención de los asuntos importantes que afectan a la sociedad, sino que también cierra toda posibilidad de diálogo y colaboración para la gobernanza del país y abre una profunda fractura política y social.
Deberían saber que con estas formas groseras que rezuman odio y desprecio al contrario ni recuperan la credibilidad, ni erradican la corrupción, tan solo consiguen espantar a los ciudadanos que sienten asco y una desafección hacia la política que crece en la misma proporción que el “duelo a garrotazos” entre todos, que reencarnan lo peor de la política.
Es más que probable que estos políticos no sean conscientes del “estado de bienestar mental” que vivimos y experimentamos los ciudadanos estos días de Semana Santa en los que ellos estuvieron callados.
Por eso presiento que, concluida esta tregua, volverá la “fangoesfera”, seguirán espetados en el barro del cruce de acusaciones, del insulto y del “y tú más” ofreciendo un espectáculo que convierte la política, en palabras de Valle Inclán, en un “pestífero lamedal” donde ellos retozan arrojándose sus bajezas y miserias.
No acierto a saber qué pecado cometimos los ciudadanos para tener que soportar esto. Es posible que todo forme parte de una forma de desviar la atención de sus propias miserias e incompetencias para no ocuparse de los asuntos que preocupan a los ciudadanos, pero lo cierto es que están profanando el Congreso y el Senado, prostituyen la democracia y polarizan a la sociedad.
España es un país grandioso y legalmente unido, pero ellos han conseguido que ahora esté socialmente dividido y enfrentado. No se puede ser más irresponsable.