Hoy es el día para reflexionar sobre todo lo escuchado, visto y leído en los últimos quince días de campaña electoral. Los partidos no pueden pedir el voto y los candidatos se limitan a pasear con sus familias por las calles dando una imagen tierna que busca la foto que se publicará el domingo, otra forma de seguir en campaña hasta el último minuto. Es legítimo y, por lo tanto, nada que objetar. Tres formaciones tienen posibilidades reales de entrar en el parlamento gallego, PP, BNG y PSOE, aunque solo hay dos opciones reales de gobierno, por una parte una mayoría popular que de continuidad y estabilidad al futuro ejecutivo y por otra la suma de BNG y PSOE que pretende desalojar a los populares de San Caetano rememorando al bipartito de mal recuerdo para los gallegos que lideraban Touriño y Quintana y que duró una legislatura porque no era un gobierno si no dos y mal afinados. Tanto es así que ni uno ni otro han tenido la más mínima presencia en esta campaña, como queriendo borrar de la conciencia colectiva el mal recuerdo que dejaron. Pero hay una diferencia importante, entonces el PSOE era la segunda fuerza y el BNG la tercera, lo que dio a los socialistas la presidencia y a los separatistas la vicepresidencia. Hoy esto ha cambiado y los socialistas gallegos, en claro declive, se pueden convertir en la muleta de los nacionalistas como ya han hecho en País Vasco y Cataluña, profundizando en la plurinacionalidad que defienden y que pone en peligro la igualdad y la unidad de España. No es cuestión menor, Galicia corre el peligro de caer en la inestabilidad que dificultaría la captación de inversiones a la vez que avanzaría en la desconexión con el estado español como pretenden los separatistas. Muchos no entienden que el PSOE participe de esta ceremonia que los ha convertido en residuales en la política gallega y lejos de diferenciarse de los nacionalistas parecen haberse mimetizado con ellos, como pudimos ver en el debate a dos que montó la TVE y en el que solo faltó que el moderador gritara un ¡vivan los novios! y un ¡que se besen! No hubo una sola diferencia de posicionamiento político entre ellos y Besteiro aceptó su papel de secundario en este esperpento. Creo que porque tiene claro que el diecinueve de febrero hará su maleta para volverse a Madrid, donde mantiene su acta de diputado a la que no renunció por si las cosas en Galicia salían mal, como es previsible. La ausencia medida del PP en el debate consiguió su objetivo, que no era otro que facilitar al cuerpo electoral la visualización de una boda anunciada entre separatistas y socialistas y, si hace falta, hasta con Podemos y Sumar, están dispuestos a juntar todo lo que haga falta para acabar con el reinado del PP. Cierto es que el centro derecha arrastra problemas graves de comunicación, que los asesores tienen perfil bajo y que tienen tendencia a mirarse al ombligo envueltos en una burbuja que los confunde. Donde queda aquel PP que buscaba líderes sociales y sectoriales con prestigio que aportaban votos más allá que los de la familia. Pero esto tiene solución, la propuesta nacionalista-socialista no y sumiría a Galicia en cuatro años de “liortas” y guerras ideológicas en un matrimonio que se odia desde el día de la boda en la que no hay amor, solo conveniencia. Lo dicho, mañana… ¡sentidiño!