Ocho de cada diez jóvenes obesos en España padecen hígado graso, una enfermedad que se triplicó en la última década hasta alcanzar a diez millones de habitantes de cualquier edad y que preocupa a la comunidad médica, especialmente el segmento de población más joven, que está en riesgo de desarrollar una cirrosis a edad temprana.
Esta semana se celebró el Día Mundial de la Obesidad cuya incidencia en España, según diversos estudios, llega de media al 32,5% de la población (22,8% sobrepeso y 9,7% obesidad) y en segmentos más jóvenes, como el caso de dos a 17 años, la tasa media alcanza al 18,2%, pero sube hasta el 25% según la comunidad en la que se resida.
Pero no son solo las cifras sobre obesidad o sobrepeso, sino las patologías que intrínsecas –hipertensión, apnea del sueño, artrosis, problemas de movilidad, mayor riesgo de cáncer o ictus– y que se están agravando, como alertan los expertos, principalmente entre los jóvenes, como ocurre con la enfermedad hepática, que muchas veces se diagnostica en estado tardío.
Entre las patologías hepáticas, a los especialistas les preocupa particularmente la progresión del hígado graso, que afecta a más de diez millones de personas, de los que cerca de dos millones presentarían inflamación y, de ellos, 400.0000 padecen ya cirrosis hepática, con el agravante de que aún no han sido diagnosticados. Para el presidente de la Sociedad Española para el Estudio del Hígado, Manuel Romero, se trata de “una pandemia” que es alarmante por su incidencia sobre el cáncer de hígado y por su impacto en adolescentes y jóvenes.
Una afección que avanza al subir la tasa de obesidad y un fenómeno muy ligado al sedentarismo y al nivel socioeconómico familiar. “Comer basura –ultraprocesados– es muy barato si uno compara lo que cuesta esto con una cesta para la dieta mediterránea”, zanjó el experto.
La buena noticia, explicó Romero, es que los jóvenes o adolescentes con hígado graso aún no desarrollaron fibrosis hepática, que suele aparecer cuando no se trata la afección y para ello el ejercicio físico, en un nivel “moderado a intenso” junto con una dieta adecuada, es la mejor cura. La mala es que el hígado graso, en jóvenes y adolescentes, pasa desapercibido en los chequeos médicos rutinarios y es un mal en la mayoría de los casos asintomático, añadió el experto.
En la obesidad y avance de patologías metabólicas no solo entra en juego los factores genéticos, sino también socioeconómicos y el más importante es el ejemplo de los padres y su capacidad de fomentar un estilo de vida saludable y reconocer el problema de sobrepeso en un hijo. Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, la obesidad infantil aumenta cuanto mayor es el peso de los progenitores y menor es su nivel de renta y de estudios.