Un día después de arbitrar su primera final de la Copa del Rey, el coruñés Carlos Cortés hace balance de sus vivencias en la competición que tuvo lugar la semana pasada en el Coliseum.
–¿Ha sido especial para ti arbitrar en tu ciudad?
–Estar en la Copa del Rey ya de por sí es algo especial. Solo van doce árbitros, así que me lo tomo como un premio. Y es muy especial pitarla en casa, teniendo cerca a la gente del baloncesto gallego y coruñés, así como a amigos y familiares.
–Ya el jueves te tocó impartir justicia en el choque de cuartos Valencia-Gran Canaria. ¿Qué sentiste en ese partido?
–En todos los partidos el grado de exigencia que nos ponemos es grande. Y a pesar de que llevo once años en la ACB sí sentí ese gusanillo, esos nervios, por lo menos hasta que se puso el balón en juego. Fue un partido peleado hasta el final, como sucedió a lo largo de toda la Copa.
–Pasó el viernes, pasó el sábado y llegó el domingo. ¿Cuándo te enteraste que ibas a arbitrar la final?
–Pues ese mismo día por la mañana. Tuvimos una reunión y nos informaron de las designaciones para la Minicopa y para la gran final. No me tocó la Minicopa, así que me ilusioné en que me pudiera tocar la final. Pero tampoco mucho por si luego llegaba la decepción. Pero no, me tocó y me hizo muchísima ilusión. Era mi primera final y encima en casa. De todas formas, los doce árbitros teníamos opciones, porque todos los partidos habían salido bien. Por ser de aquí no tenía más opciones que el resto. El año pasado había un árbitro canario y no lo designaron para la final.
–¿Cómo fueron las horas previas a ese desafío?
–La verdad es que es un partido que no requiere mucha preparación. Por lo que comenté antes, nuestro nivel de exigencia es muy alto. Y son equipos a los que arbitramos con frecuencia. Así que disfrutamos del momento, fuimos a la Fan Zone, comimos y a la habitación a descansar.
–¿Y qué tal la final?
–El gusanillo de los nervios duró más. Notaba algo diferente. Y dije, o me tranquilizo o no podré arbitrar bien. Así que intenté relajarme para olvidar todo lo de alrededor y centrarme en el partido. Y más tarde, al ver que teníamos un grado de acierto alto, todo fue más fácil. Tras acabar el choque, los árbitros nos abrazamos. Y me quedo con lo que nos pasó con el equipo perdedor. Me llegó adentro que nos felicitaran y nos dieran las gracias.
–No parás. Hoy tienes curso de entrenadores.
–Sí, una actividad del Basquet Coruña, porque también soy entrenador. Impartiré la segunda ponencia. No pude ir la semana pasada, por razones obvias.