Javier Francisco Álvarez Vázquez (Ourense, 1974) es director del centro de menores Concepción Arenal. Empezó su carrera en 2001, en una centro de menores de Ourense pero en 2002 se inauguró el Concepción Arenal en el barrio de Palavea, a donde fue trasladado. Ocupó el puesto de educador y formador hasta 2004, cuando fue nombrado subdirector de menores y desde febrero de 2007 es director de un centro que acoge actualmente a 25 menores entre sus muros, que separan unos tranquilos jardines del bullicio del tráfico de Alfonso Molina. Tras atravesar las puertas de acero y la zona de recepción, se puede oler el pan recién hecho que preparan los internos.
¿Cómo es su trabajo?
A nivel personal, es mucho más satisfactorio ser educador que director, que es más administrativo.
¿Entonces echa de menos el trabajo de base?
Soy un director atípico, siempre que puedo me escapo a ver a los niños. Como y hablo con ellos. Me gusta el contacto con los chavales. Es muy complicado estar tantos años si no te gusta el trato con los niños. Porque este trabajo es vocacional.
¿Se toman un interés personal?
Aquí hacemos de educadores, de padres, hermanos mayores... Ese papel lo hacen los educadores, pero de vez en cuando necesitan una figura de más autoridad que les digan cómo son las cosas.
¿Así que usted es el “poli malo”?
(Ríe) Yo soy el poli malo. Era un educador bastante estricto pero me adoraban los chavales porque si tenía que quedarme hablando veinte minutos después del trabajo con uno de ellos lo hacía.
¿Los niños no escuchan?
La gente ha perdido el respeto a los padres, en líneas generales. En muchos casos los padres trabajan todo el día y los niños solo los ven un ratito por la noche o no están con ellos excepto durante los fines de semana. Y ese contacto, y el respeto se ha perdido.
¿Es entonces culpa de los padres?
No hay que generalizar. Cuando no estás con ellos desde pequeños se pierde el respeto y cuando lo quieres imponer, cuando se desmadran con 15, 16 o 17 años, cuando llega la edad difícil, y les quieres imponer límites, ya no puedes.
¿Es por eso por lo que están aquí sus pupilos? ¿Porque se han desmadrado ahí fuera?
(Asiente) Muchos sí. Siempre se ha pensado que aquí están los chavales de clases bajas y eso podía ser hace seis o siete años, pero hoy es muy habitual otro delito.
¿Como cuáles?
El delito de violencia en el ámbito familiar, que prácticamente antes no existía.
¿Qué consejo le da a los padres?
Yo siempre le digo cuando llaman sus padres: en vez de regalarle un videojuego, compra un balón y juega con él. Con los hijos hay que crear lazos y con 14 años, él ya va a crear lazos con otra gente. Y cuando le vas a poner firme, él tiene 15 o 16 años, y no te puedes imponer. Y estás desbordado y le dices: no puedes salir. Y a lo mejor es ya más grande que tú.
¿Y entonces llega la violencia doméstica?
Y entonces llega.
¿No están educados, entonces?
Son chavales que no valoran nada. No valoran el fruto del trabajo, por ejemplo. Un móvil cuesta un dinero, no se lo puedes quitar a una persona. Pero su escala de valores está corrompida.
¿Y aquí no tienen nada?
El chaval tiene derechos pero también tiene obligaciones: estudiar, trabajar. Ellos necesitan tener límites y para nosotros eso es importante: te tienes que levantar a las ocho, hacer la cama, ir al instituto, comer a las dos. Nosotros somos los padres estrictos, pero damos mucho cariño.
¿La comprensión funciona?
Todos hemos pasado por esa edad. Y los chavales van a probar hasta dónde pueden llegar. Y si les dejas, van a hacer lo que les dé la gana, van a querer ir más allá. Lo de siempre, a mis amigos les dejan... Pues a ti no.
¿Por qué acaban aquí?
Pueden ser niños de familias desestructuradas, que viven en ambientes conflictivos. Hay chavales que casi están predestinados a acabar aquí, porque vienen de familias delincuenciales, de grupos de riesgo. y ese era el 80% de los chavales que teníamos: si mi padre roba y está en la cárcel, lo más probable es que yo robe y acabe en al cárcel. Ese era el perfil antes, cuando había chavales de Penamoa.
¿Y ahora?
Ahora hay más chavales de familias estructuradas que acaban aquí por un día de fiesta en el que cometieron un delito cuando estaban con los amigos.
¿Siempre los líos surgen cuando están en grupo?
Si van en grupo, se sienten más atrevidos. Solos, no tanto. Se juntan con malas compañías y lo malo siempre sale cuando están en grupo.
¿Y solo por eso acaba aquí?
Si es grave, sí. A veces el delito no es de suficiente entidad pero ha cometido varios y el juzgado, para cortar esa carrera, lo envía aquí.
¿A partir de qué edad?
De los 14, que es la edad penal, y si son en régimen cerrado hasta los 21 y si es semiabierto, no hay fecha límite.
¿Cómo empiezan?
Los primeros días, el educador, que es su tutor, se entrevista con él y con la familia. Es importante porque si te privan de libertad, es algo traumático, así que hay que hablar mucho con él: el psicólogo y el médico (se hacen analíticas de drogas). Y se elabora un PIEM (Proyecto Individualizado del Ejecución de Medida)
¿Cómo?
Tenemos un montón de programas. Hay tres tipos de internamiento: abierto, semiabierto y cerrado. De este último solo hay un 5%, la mayor parte están en semiabierto y eso significa que si tiene una buena evolución, puede hacer actividades fuera.
¿Qué actividades?
Van a la escuela si no tienen más de 18 años. Nosotros intentamos (porque la mayor parte de las veces lo han dejado muy pronto), que retomen los estudios. A veces ayudan al personal de mantenimiento. Incluso a veces se les hace un contrato.
Que no estén ociosos.
Aquí luchamos contra eso: no puede ir a su habitación, está obligado a realizar actividades: salir, estudiar, hacer pan, jardinería. Así se sienten mejor. Por eso una de nuestras políticas es el voluntariado.
¿Qué clase de voluntariado?
Por ejemplo, el viernes van a ayudar a Padre Rubinos, a la residencia de ancianos, los llevan a tomar el café a dar una vuelta en silla de ruedas. Y cuando vuelven, están encantados. Les viene muy bien sentirse útiles y ayudar a los demás, porque muchos tienen una autoestima muy baja. Tratamos de que sean lo más independientes posible.
¿Desde el principio?
Empezamos con un control total sobre el niño, para ver cómo respira, pero le vamos dando poco a poco cada vez más libertad, porque hay que ir preparándolos para cuando salgan. Porque esto es una burbuja.
¿Cuál es el tiempo medio de estancia en el centro?
La media pueden ser ocho meses, pero pueden estar más tiempo aquí en régimen cerrado.
¿Y cuando se van?
El 99% se van llorando, porque tienen quince años, somos todas las figuras de autoridad, los padres estrictos que no han tenido. Todos los chavales que se van nos dejan una carta agradeciendo lo mucho que les ayudamos. Estaba leyendo ahora una carta de una niña que se fue hace poco y lo que decía era eso: “Gracias, porque yo necesitaba normas, límites”. Y después: “Os quiero”. Y eso es lo importante.
Hay chavales que sabes que van a acabar mal porque viven en un ambiente que les aboca
Uno de los principales problemas con los que se enfrenten los educadores del centro de menores Concepción Arenal es que muchos de sus pupilos, al llegar al centro, son consumidores de sustancias que están prohibidas para los menores. Sobre todo, el alcohol, pero también en una gran mayoría el hachís, una droga que siempre se ha considerado blanda pero que tiene efectos muy nocivos en unos cerebros aún en desarrollo.
¿Cómo valora el problema de las drogas blandas?
El 90% de los chavales que tenemos los consume. El porro parece que está muy normalizado pero produce unos efectos muy graves. En los menores son brutales.
¿Brutales?
Aquí los veo en los chavales, les afecta en el nivel de concentración, de memoria.... A parte de eso, es una droga que tiende a atontarles, que no tengan ganas de hacer nada.
¿Tiene verdaderos casos de adicción?
Ahora no, pero aquí ha habido chavales que se habían estado drogando desde los ocho años, así que a los catorce ya conocen los porros. Y aquí podemos tener chavales de 20 años.
¿Resulta más difícil alejar a un menor de las drogas que a un adulto?
Cuando alguien lleva mucho tiempo consumiendo, y ve que ha destrozado su vida por las drogas, es más fácil que las deje. El problema es que estos chavales están empezando, solo ven la primera parte de las drogas, la positiva, la de la diversión: “Me lo paso pipa, conozco gente...”.
No han tocado fondo.
No han tocado fondo. Entonces, que los chavales digan “quiero dejar esto” es muy difícil. Aquí se les hacen analíticas cuando salen fuera del centro para comprobar que no consumen.
¿Recaen a menudo?
A veces. Es complicado. Cuando van a su casa o a estudiar fuera... Sus compañías consumen porros, les ven fumando pero ellos no pueden... Tampoco pueden beber, pero es más difícil que lo detectemos.
¿Hay también alcohólicos?
También. Casi el 100% de los chavales consume alcohol.
¿Solo por eso?
El tema del alcohol es muy complicado. Hay muchos chavales de familias estructuradas porque se pasan con la bebida y hay gente que se pone muy violenta. Sobre todo en grupo. En ese tipo de situaciones es muy fácil aquí en A Coruña que se produzcan agresiones y peleas.
¿Qué me dice de los videojuegos violentos?
Aquí están prohibidos. Tienen una videoconsola pero con juegos diferentes. No digo que generen violencia pero la normalizan. Eso no ayuda.
¿En todos estos años se ha encontrado usted un caso irrecuperable de verdad?
En esos casos, el problema no es el niño en sí. Son casi más los factores externos. Hay algunos que llegan con una problemática mental y tratamos de derivarlos a un sitio específico, aunque a veces se quedan aquí. Pero hay chavales que sabes que van a acabar mal porque viven en un entorno que les aboca a acabar mal.
Pero, obviando su entorno...
No hay ningún niño que no sea recuperable. Lo que hay que hacer es sacarles de su entorno, y estamos tratando de conseguir pisos donde puedan mantenerse al margen de su familia, cuando es complicada.