Cuando el cielo amenaza lluvia, como ha ocurrido en las últimas semanas, suele considerarse un consuelo tener un techo bajo el que refugiarse. Pero ni siquiera así puede relajarse el personal de la biblioteca Miguel González Garcés, que últimamente mantiene una lucha constante para mantener a raya el agua que se cuela por el techo. Papeles de periódicos por el suelo y cubos de plástico por todas partes son la nueva decoración de la biblioteca provincial, cuyos responsables tratan por todos los medios de que la humedad no afecte a los libros almacenados. Todavía no se sabe exactamente hasta qué punto está dañado el techo, ni cuánto costará repararlo, y de hecho, no se podrá saber hasta que mejore el tiempo, todo se seque un poco, y un técnico pueda subirse al techo para inspeccionarlo. “Esto es como cuando el viento derriba una antena, que hay que esperar a que pase el temporal para poder arreglarlo”, explica María del Mar Miraz, técnico de la biblioteca.
“Después del fuego, el agua es lo que peor les sienta a los libros, pero por el momento no ha pasado nada”, asegura Miraz. Eso sí, han tenido que tomar precauciones para que la humedad no llega hasta los cables eléctricos, lo que podría ser un problema mayor. De momento, se las arreglan con los cubos y periódicos, distribuidos por la sala de consulta, que se encuentra en el último piso, así como por los pasillos donde se exponen las novelas gráficas y los cómics.
El edificio, que se inauguró en 1995, ya tuvo que ser reparado en 2004
Lo cierto es que el edificio ya había sufrido una profunda reforma en 2004 que obligaron a cerrarla al público durante tres meses y que incluyeron, muy especialmente, la rehabilitación integral de la cubierta del edificio, en la que se abren varias ventanas a modo de claraboyas que confieran una gran luminosidad a las salas y la mejora del cableado eléctrico. En ese entonces fue necesario incluso retirar 15.000 tomos de la sala de consulta para asegurarse que no sufrieran daños aunque en la biblioteca esperan no llegar a esos extremos ahora.
Según cuentan en la biblioteca de Elviña, ya había venido detectando desde hacía tiempo humedades en el techo, lo que indicaba filtraciones en la cubierta, pero no se habían dado cuenta de hasta qué punto era grave hasta que las fuertes lluvias que han descargado en las últimas semanas pusieron a prueba la solidez de la cubierta, que nunca fue demasiado buena: el inmueble se inauguró en abril de 1995 y desde el principió las goteras supusieron un problema que las reformas de 2004 parece que no han conseguido solucionar, a pesar de haber costado al Ministerio de Cultura 590.000 euros.
Precisamente el sistema eléctrico fallaba mucho en la biblioteca, donde las luces se iban a menudo, por culpa de las humedades que la afectaban. Ahora esperan que no sea necesaria una reforma tan importante, pero hasta que no se haga un examen no podrán valorar los daños y elaborar un presupuesto.
De momento, continúan con el método de los cubos. A pesar de que los vacían regularmente, por la noche acumular todo el agua de lluvia de manera que cada mañana se encuentran con los suelos encharcados y los cubos a rebosar. “De momento nadie se ha caído por resbalar en el agua, por eso ponemos los periódicos, para que la gente se dé cuenta”, apunta Miraz.