El “Palangrero Orzán” fue un barco de pesca que se dedicó indistintamente a la captura del bacalao en Terranova (Canadá) y a la pesca del Gran Sol (aguas de Inglaterra e Irlanda), aunque acaba sus días haciendo campaña en los mares africanos en el año 2007, cuando inicia su primera singladura.
Es el palangrero-arrastrero más antiguo de La Coruña, que había estado parado desde el 2004, siendo puesto apunto para aquella travesía. Este barco fue botado en los Astilleros de Paulino Freire, en el barrio de Bouzas (Vigo), cuya casa fue fundada en 1895. Se hace como palangrero fue encargado por la armadora Pesquerías Pesca Cruña, siendo botado en 1964, por lo que lo convierte en el más antiguo de puerto coruñés.
Los recios temporales marinos y el desgaste de sus travesías náuticas no pudieron doblegar a este león de los mares ni, tan siquiera, romper sus remaches en las planchas de acero que cubrían su esqueleto. De todas sus campañas regresaba intacto, aquellas estaban tan sujetas que se había hecho un barco a conciencia, incluso en los talleres de Antonio Valiño, que hicieron una revisión global del barco en 1998 y no observaron nada que le invalidase el poder seguir en activo pese a sus años cumplidos.
Lo pusieron de nuevo a punto y siguió en su empeño de surcar los mares. Pero lo que no había conseguido doblegar a este navío en activo, lo haría la burocracia europea, cuando impide que el barco pueda navegar debido a las nuevas leyes de navegación y pesca.
Pesca artesanal
Los palangreros usaban unas artes de pesca que se dejaban reposar en el lecho marino con anzuelos y carnada para que picaran los peces. Luego estaba la de superficie que se mantenía a flote a la deriva en el mar, sujetada con boyas y con los propios anzuelos. Esta pesca se denominaba artesanal, siendo muy solicitada su mercancía por los más exigentes cocineros de la restauración.
La presión burocrática sobre los pesqueros de pabellón español impuestas por las autoridades europeas y africanas obligan a dar de baja a numerosos arrastreros, entre ellos el “Orzá”, que se vio obligado a parar su máquina en Irlanda y más tarde queda amarrado en la Dársena de Oza.
La familia Debén, propietaria del barco, no se rinde a la adversidad. Era el primer barco en funcionamiento que había cambiado su antigua maquinaria de vapor por la de un moderno motor diésel para enfrentarse de nuevo a sus travesías náuticas y dedicarlo a la pesca como lo había venido haciendo desde su botadura, esta vez en aguas del continente africano, en los caladeros del Atlántico Sur en el 2007. Es en los Astilleros Valiño donde le montan un moderno sistema de frío para sus capturas, ya que este barco tenía su base en el puerto de La Coruña, y es allí donde sigue amarrado.
Barco de acero
No fue este el primer barco de acero, ya que se venía empleando este material desde 1941 en los astilleros españoles y otros barcos empleados por la Compañía Pebsa del Bacalao, que tenía en servicio barcos fabricados en Astano entre 1952 y 1954, como eran el Santa Cecilia, Santa Amalia, Santa Inés y Santa Elvira, entre otros.
También esta compañía hizo servicio de otras muchas embarcaciones que no eran de su propiedad pero que trabajaron para dicha compañía en Terranova. Así queda reflejado en el reportaje del 21 de junio del 2015 de la época en la que Pebsa dominaba el mercado del bacalao. Aunque el “Orzán” era un pesquero de reducidas dimensiones para trabajar en Terranova, en la campaña del bacalao su corta eslora de 33 metros compensaba con creces la robustez de su casco, su máquina y sobre todo que era un barco muy marinero, de estos que les gusta a todo marino formar parte de su tripulación.
Aunque la mayor parte de su vida la pasó en el Gran Sol y alguna campaña en el Atlántico Sur de las costas africanas, mientras que buena parte del tiempo ha estado amarrado al muelle de Oza por los imperativos legales de la burocracia europea que logró lo que su navegación no pudo: acabar por arruinar un icono de la pesca de altura de Galicia.
Futuro uso
Este barco se conserva a duras penas a flote en su puerto base y corre el riego de que finalice en un desguace, si no lo remedia una mano salvadora para que se convierta en un museo flotante de la historia de la pesca de altura del puerto coruñés, cuando Galicia era la primera potencia pesquera de Europa.
Atrás queda aquel tiempo, ya que hoy solo está el recuerdo de aquella historia que se puede salvar si hay interés en explicar lo que aconteció desde entonces hasta ahora, mientras agoniza un barco lleno de historia que cruzó las aguas atlánticas del Norte y Sur, desde Canadá y Reino Unido hasta los caladeros africanos.
Sería un muy buen ejemplo para instruir a las generaciones presentes y futuras dando a conocer la historia de este superviviente de la pesca de altura, el rescatarlo para darle un uso didáctico como museo. La burocracia lo habrá echado a pique, sino logra salvarlo, algo que ni los temporales ni el desgaste de la navegación habían conseguido. La sempiterna burocracia está a punto de conseguir lo que no logró el tiempo de navegación, es la paradoja del destino, 56 años le contemplan su agitada historia, desde su lejana botadura en el año 1964.