Sofía Toro ya está en casa. Y, con ella, el preciado objeto, esa medalla de oro conquistada en los Juegos Olímpicos. Al baño en el agua que se dió en Weymouth el sábado nada más ganar la competición, siguió el de multitudes que tuvo ayer en el aeropuerto de Alvedro. Familiares, amigos y compañeros de club no quisieron perderse este momento histórico, en el que por fin pisaba su tierra la primera coruñesa que llega a lo más alto del podio en una cita olímpica.
Desde primera hora de la tarde se fue llenando el aeropuerto. Los padres, Miguel y Elsa, fueron bastante madrugadores, y después llegó su hermano, Jano. Todos ellos partieron la madrugada del sábado al domingo de Inglaterra, en un largo viaje en tren y coche antes de llegar a A Coruña y poder estar a tiempo para recibir a su campeona.
Junto a ellos, más familiares, amigos, gente del Real Club Náutico de La Coruña, curiosos, pasajeros..., el ambiente era increíble, y ya solo faltaba que llegara la protagonista.
Y, como era previsible, se hizo esperar. El avión llegó con algo más de veinte minutos de retraso. Luego tocaba recoger la maleta, que estaba extraviada y se retrasó más mientras hacía la reclamación.
Pero al final apareció. Y los silbatos, gritos y bocinas que ya se habían hecho notar en la última media hora, sonaron con más fuerza. Banderas españolas al viento (también alguna gallega) y una pancarta con el lema ‘Sofi es de oro’ ponían la nota de color.
La joven no lo creía. Está a punto de cumplir 22 años y la fama le ha llegado de golpe. Lloró, cómo no, y lloró su madre, y mucha gente más. Fue levantada en hombros por su hermano Jano y por uno de sus primos (Carlos Prieto-Puga), y desde lo más alto (el sitio que le corresponde) dijo sus primeras palabras: “Esta medalla es de todos”.
Posteriormente, ya con los pies en el suelo, y rodeada de cámaras, micrófonos y móviles, hizo más declaraciones: “Estoy muy contenta de que todos hayáis venido a celebrarlo aquí, y muy emocionada”.
Del mismo modo, indicó que “ya empiezo a creer que soy campeona olímpica”. Todo lo contrario que tras la competición, “ya que estaba muy cansada porque la competición fue muy dura. Y después de cenar no era capaz de dormir”.
El domingo fue a la cereminia de clausura, que calificó de “emocionante, y muy bonita por poder llevar la medalla de oro”.
Sobre el futuro, comentó que “lo que quiero es descansar, y ya veré en qué clase sigo. Todavía no lo tengo pensado. Veo difícil seguir con Támara por las clases que hay”.
Del recibimiento dijo que “se esperaba gente, pero no tanta”.
Y, como anécdota, “he podido hacer el viaje en la cabina con el piloto y el copiloto, y ha estado muy bien.
Antes de aterrizar en A Coruña se despidió de sus compañeras de Match Race, Támara Echegoyen y Ángela Pumariega, con la que ha compartido tantas horas en el agua. “Fue emotiva, y parece increíble que no las vuelva a ver la semana que viene”, aseveró. n