“Me he despedido con una pequeña caricia de mi doble par de guantes sobre su frente”. Es el adiós de una sanitaria a una de las víctimas mortales de la pandemia del Covid-19. Su relato es tan tierno como desgarrador. La mujer no da su nombre. Ha colgado el texto en la web de enfermeras en lucha.
Este movimiento surgió en 2019 en Galicia con la finalidad de dar a conocer una realidad laboral, la de la contratación precaria, y, a la par, el trabajo del colectivo. Tal es el caso de “Cinco horas con Mario”, que es el nombre de un enfermo del que hubo que despedirse.
“Soy una de las muchas enfermeras que están trabajando a destajo en este país en estos momentos tan complicados, una de las muchas que cada día atiende a pacientes que dan positivo en Covid-19. Pero de todos esos pacientes, todos con sus nombres y apellidos, hay uno que me ha afectado especialmente. Su nombre es Mario”. Es el inicio, que ya atrapa. Y prosigue. El hombre ingresó en la unidad en la que se encuentra esta profesional, la cual tampoco desvela.
Ronda los 75 y es, por desgracia, uno más de entre los cientos de miles de ciudadanos de su edad con patologías previas. Hipertenso y diabético, figura en su historial. “De riesgo”, aunque hasta la fecha llevase una existencia “normal”. Estuvo interno semana y media. Un buen día notó una sensación como de falta de aire, tos, y una temperatura más elevada de lo normal. En las Urgencias le diagnosticaron insuficiencia respiratoria y también coronavirus. Con él, como con el resto de los que se hallan en esa situación, se tomaron las medidas protocolarias de aislamiento, es decir, una habitación individual sin visitas. Solo el personal médico.
Con el transcurrir de los días, el virus acabó haciendo mella en este septuagenario y dejó de valerse por sí mismo. La neumonía bilateral le provocó una infección generalizada y requirió de un alto aporte de oxígeno. Desde ahí, su deterioro fue muy rápido. Imparable. “Son casi las doce de la mañana y la vida de Mario pende de un hilo. Hay que tomar la decisión más difícil y dura. ¿Se sigue adelante con lo imposible o lo dejamos ya y hacemos que sea lo más cómodo posible para él? Finalmente, su corazón ya no puede aguantar más y a pesar de que él lucha para mantenerse con vida en la soledad de su habitación, a la una el doctor confirma su fallecimiento”. “Este último día, el de la despedida, en la que después solo estábamos él y yo, ha sido especialmente duro. Me he despedido con una pequeña caricia de mi doble par de guantes sobre su frente”.