En la actualidad, Galicia cuenta con dos helicópteros del 061 para hacer frente a las diferentes urgencias médicas que surgen durante el año en la región, en las que el tiempo presiona para tratar a los pacientes y las ambulancias y medios de transporte sanitarios convencionales no pueden actuar con la rapidez necesaria. Prestan servicio diurno a cualquier lugar, de 12 horas cada uno, desde el amanecer hasta el ocaso y durante los 365 días del año.
Pero esto no solo es una operación en solitario. El Chuac de A Coruña, entre otros muchos hospitales de la región, recibe cerca de 6 pacientes al mes en helicóptero, ocupándose del tratamiento que no se les puede dar en el aire. “Siempre hay un canal de comunicación abierto entre nosotros y el 061” aseguran desde el hospital. Ambos lo hacen posible.
Un total de cuatro especialistas ocupan los helicópteros cada vez que salen desde los helipuertos base, situados en Santiago y Ourense: un piloto, un copiloto, un enfermero y un médico de urgencias. El doctor Beceiro, con 27 años de experiencia en la asistencia médica en helicópteros, es uno de estos especialistas. “Ya casi me podían dar el título de piloto”.
En 2018 los dos helicópteros que operan en el noroeste se movilizaron en un total de 974 ocasiones, de la cuales 896 fueron para asistencia y emergencias sanitarias. Beceiro explica cómo se vive uno de estos traslados desde el punto de vista médico. “Lo primero que hay que tener en cuenta es el día del año en el que estemos. En invierno, las horas de luz son más escasas, lo que dificulta nuestra acción. Todo lo contrario en verano. Recibimos la llamada en la base del 061 de Santiago y nos movilizamos. Nos informan del destino y salimos. Todo esto se hace en unos 6 o 7 minutos”, comenta Beceiro. Una vez llegan al punto donde se ha dado la emergencia, el médico y el enfermero se encargan de atender al paciente.
Ya en el helicóptero, los especialistas están “limitados por el espacio”, ya que el tratamiento definitivo es en el hospital. “Obviamente, si está en nuestras manos, se estabiliza al paciente”.
Además, la geografía gallega dificulta a veces todo el dispositivo. “Debemos encontrar una superficie adecuada para el aterrizaje, cosa que los bosques y laderas dificulta”. Como narra Beceiro, en ocasiones deben bajar del helicóptero e ir hasta el paciente a pie. “Toca caminar de vez en cuando. A veces también tiramos de dedo en la carretera. Nos suelen parar”, comenta entre risas.
Desde su punto de vista profesional, hay grandes diferencias entre el trabajo de hospital y de helicóptero. “Juegas fuera y es muy distinto. Nuestra medicina es mucho más clínica, te basas en lo que ves. Si no aguantas bien el estrés es difícil, pero tampoco hay que ser nadie especial, un superhéroe. Solo tienes que pensar que estás tú solo, y tienes que llevarlo bien. Las decisiones las tomas tú y lo que haces, lo haces tú”.
Ya en el hospital
Todo está protocolizado. Los celadores, enfermeros y médicos del Chuac están avisados desde al menos un mes (pero incluso con hasta con 5 meses de antelación) para que conozcan la disposición ante las llegadas de los helicópteros. “Hasta las llaves de las salas tienen que estar controladas”, explica el doctor Fandiño, jefe de Urgencias del Chuac. “No puede haber ningún tipo de duda”.
Desde el aterrizaje hasta que el paciente llega a la sala de destino transcurren tres minutos aproximadamente, aunque Fandiño insiste. “Hay un rotor, y hay que tener cuidado al aproximarse al vehículo”. Además, en el Chuac tienen un teléfono para críticos. “Siempre hay un canal de comunicación abierto, durante los 24 horas los 365 días del año”.