La plaza de Azcárraga, de antiguo plaza de la Harina, Mercado y también plaza de la Constitución. Desde el año 1822 se venía hablando de instalar una fuente en la Ciudad Alta, por la necesidad que aquel punto tenía de agua. En 1838 seguía en la misma situación, pretendiendo llevar el agua del manantial de San Amaro, nada se hizo, hasta que en 1864 se concibió la instalación de una fuente.
Las obras dieron inicio tras la concesión del 13 de noviembre de 1865, en que se hace cargo Casto Martín y Amatey, por medio de la Alcaldía de José María Abella y el abogado de los Tribunales del Reino y Notario decano del Colegio de este territorio, Ruperto Suárez. Acordaron el 2 de septiembre el aumento de la traída de aguas potables a la ciudad y de una fuente de hierro en la plaza de la Constitución, así como de otras que fuesen necesarias para el alivio de la población.
Tomaron la conducción de las aguas del ramal de Vioño, sección de Santa Lucía, a la plaza de la Constitución levantando la fuente de hierro, otra en la del Correo y la última en el callejón de la Marina. Suponía una inversión de 38.115,85 escudos, es decir 381.150,85 reales de vellón. El ganador de la puja presentó una oferta de 32.789 escudos, esto es 327.890 reales.
Inicio de las obras
Las obras se iniciaron de inmediato y de tal celeridad que el 18 de noviembre de 1866 se dio por finalizada la fuente de la plaza de la Constitución, siendo la inauguración el día siguiente, al ser el denominado “Día de la Reina” en que se verificó el acto, a fin de abrirla al servicio público. El acto tuvo lugar a las 12.15 horas con los asistentes de una comisión del Ayuntamiento, levantando acta de la citada inauguración, que corrió a cargo del cura párroco de la iglesia de Santiago, José Labarta, estando presentes entre las autoridades, Laureano María Muñoz, primer teniente de alcalde, por indisposición del alcalde titular. También Domingo Paya, segundo teniente, Francisco Calé, regidor, cuatro tenientes de alcalde interinos y dos regidores más, el secretario de la Corporación, el arquitecto municipal, Juan de Ciórraga y el contratista de la obra Casto Martín.
Nuevos registros
Se mandó abrir y se abrieron los registros de la nueva fuente, saliendo por sus cuatro caños o grifos el agua en abundancia, con lo cual se declaró a disposición y servicio del pueblo, bajo el nombre de “Fuente del Deseo”. Así se denominó al quedar satisfecho el vecindario por el deseo desde tiempo inmemorial de contar con una fuente de vecindad en la Ciudad Alta, cosa que ahora cumplía aquel anhelo tan sobradamente soñado.
Quizás venga a ser la fuente más hermosa de toda la ciudad coruñesa. Para elegir la que sería la fuente soñada, el arquitecto Juan de Ciórraga lo hizo entre 24 litografías de la colección de J. J. Ducel e Hijos de París, e impresos en la imprenta de Thierry Freres en 1866. El modelo que más se parece a la original, es la que lleva el número 608.
De modo que la fuente que nos ocupa se instala en ese propio año, debido a que en el plano de 1874 realizado por Fernando Barón, Consta ya situada en dicho punto como hoy se observa en el lugar de la plaza de la Constitución y cercana a la calle de Damas, lo mismo acontece en el plan general de 1876, que se encuentra en el mismo lugar y cercana a dicha calle de Damas, justo frente el solar número 16. Más tarde, en 26 de marzo de 1889, se aprueba la obra para llevar a cabo la limpieza de aquella tubería de hierro, del agua que suministraba a la fuente, debido a su escasez de caudal, así como el pintado de dicha fuente y de otras de la ciudad.
Cuando se revisa este plan de ordenación, esta pasa a ocupar el lugar que hoy en día se observa, en el centro de la plaza de Azcárraga en 1896. Teniendo que lidiar desde entonces muchos avatares en nuestra historia del agua, cuando en esa época todavía no existía la traída tal como la conocemos en la actualidad. Mientras que la vida cotidiana transcurría con graves problemas sociales en torno a la fuente y su acarreo de agua, aguardar el turno de llegada era imprescindible, de lo contrario las trifulcas eran normales, solo se permitía el llenado de una vasija por vez.
Eran los tiempos cuando el farolero encendía al caer la luz del día las pocas luces de la ciudad, entre las cuales estaba la de esta hermosa fuente, a la cual seguramente con su farolillo, le daría sus buenas noches y al amanecer en las primeras luces del alba, los buenos días deseándole suerte.
Bullicio y desorden
Aquí es cuando comenzaba el bullicio y el desorden de la gente, camino de la procura del agua para sus domicilios, en donde se mezclaban la ciudadanía, con las fuerzas de la guarnición de la plaza, los criados y criadas, los carreteros de los presidios y hospitales y sobre todo a la gran figura que por entonces representaba a los aguadores y aguadoras, que servían de agua a la población en general.
La fuente se compone de una escultura de mujer tallada en bronce y representa al deseo, siendo elegante y de sumo interés, su mano derecha porta un farol figurando lo que antaño era una antorcha, la cual fue fundida en los talleres “Ducel” de París. Hoy en día todavía conserva los asientos que servían para colocar bajo los caños, las sellas o recipientes para la toma del agua.
Algunas fuentes literarias cuentan que fue el benefactor coruñés don Eusebio da Guarda González fue quien corrió con su costo. En realidad no hay constancia alguna, esta fuente lleva el poético nombre en alusión a la necesidad que tenían los vecinos de la Ciudad Alta de contar con un servicio público de aguas y en su inauguración recibe dicho nombre.
Esta fuente inaugurada el 19 de noviembre de 1866 cuenta a 2019, la edad de 153 años de historia social en la Ciudad Alta.