El paso de diversos temporales por la comarca ha provocado fuertes marejadas en la costa arteixana y en la playa de O Reiro (Chamín) se han dejado ver –no por primera vez pero sí de forma más espectacular– los restos del “Arctic”, un barco de pesca belga que embarrancó en el arenal el 30 de enero de 1938.
El martes se cumplirán 80 años del episodio y solo unos pocos tienen recuerdos de aquella noche, en la que una niebla densa apenas dejaba ver un mar que batía con fuerza en las rocas.
Un vecino de la zona, Anselmo Pardo, relató el episodio al escritor Xabier Maceiras en su libro “Crónicas de Arteixo”: “Á beira da noite, cando todo o mundo estaba na taberna, no Piñeiro, comezamos a escoitar a sirena dun barco.Ao pouco, comezaron a tocar as campás das igrexas de Santaia e de Barrañán, e non deixaron de facelo durante ben tempo. Daquela había medo por todo: medo á fame, medo ás barbaridades que cometían os falanxistas, medo á Guerra. Por iso algúns vellos dicían que podía ser un desembarco, un ataque aliado que viña axudar aos republicanos”.
Fue por eso que la primera intención de los lugareños fue cortar los cabos que los belgas echaban al mar –y que acercaba a la orilla un perro que llevaban a bordo–, para evitar un saqueo, pero un vecino marinero, Primitivo do Bichelo, les reprendió su actitud indicando que los extranjeros solo buscaban salvar la vida.
Como nadie entendía lo que decían, buscaron ayuda en la vecina Sofía Baridó Schneider, hija de un francés y una alemana y casada con el arteixán José Rey Valeiro. El matrimonio condujo a los ocho marineros hasta el establecimiento que regentaban en Barrañán donde, mientras esperaban a que las autoridades se hiciesen cargo de la situación, les proporcionaron alimentos y bebidas calientes.
Procedente de Ostende
Según narraba El Ideal Gallego el 1 de febrero de 1938, el “Arctic” había salido de Ostende hacía cuatro días, dirigiéndose a las costas de Portugal para pescar. En Arteixo los asedió la niebla y perdieron el rumbo, quedando atascados en O Reiro y logrando salir ilesos todos los tripulantes, aunque tuvieron que ser atendidos por la Guardia Civil y el vecindario y, más tarde, pasar días en el Hospital de Caridad, donde fueron visitados por el cónsul de Bélgica.
En los días posteriores, dice Anselmo Pardo en “Crónicas de Arteixo”, los falangistas se apoderaron de todo cuanto había en su interior y, previo pago, dejaron llevarse planchas de hierro a los vecinos para hacer fuego encima o elaborar ejes y herramientas de labranza. No todo fue “saqueado” y en Chamín aún pueden verse vestigios de la catástrofe.