Jesús Mejuto, el principal acusado por el secuestro del empresario de Cambre Abel D. aseguró en la primera jornada del juicio que la retención “fue una estupidez”. En un principio, el objetivo era darle “unas hostias y meterlo en el coche para ir a su casa” a cobrar una antigua deuda. Sin embargo, se equivocaron de hermano –buscaban a Jorge– y se les complicó la situación.
Asumió que la idea de seguir con el secuestro fue suya, pero a partir de ahí, comenzó a repartir culpas entre los acusados, a excepción de su hijo. Insistió una y otra vez en que José Miguel Mejuto no estaba en la pista forestal donde se produjo el secuestro. El joven, de 18 años, suplicó a su padre que no siguiese, según el testimonio de Jesús. Además, afirmó que el chico nunca estuvo en el galpón donde mantuvieron encerrado al rehén.
De manera cronológica, Jesús Mejuto explicó que todo venía por una deuda de la familia del secuestrado con su padre, así como unas supuestas amenazas a este. Él llegó de Venezuela en 2013 y cuando conoció estos hechos decidió “darle un susto”. Aunque su intención era quedar con Jorge, con quien habló fue con Abel, con el que quedó en la citada pista con el engaño de vender unos eucaliptos.
Los hechos
En primer lugar llegaron al punto de encuentro él y su hijo en un coche, aunque después cambió de vehículo para ir a la pista. Por otro camino acudieron en otro coche su hermano, José Manuel, Ramón Mosquera, vecino de los dueños de la casa donde estuvo retenido el maderero, y Miguélez, amigo de los hermanos Mejuto. En la zona acordada, le dijo al secuestrado que tenía una deuda y que colaborase, que entrase en el maletero. Afirmó que fue Miguélez quien le pegó un golpe en la cabeza y después le ató de pies y manos. “Llamé a mi hijo para que me viniese a buscar, porque él no estaba allí”.
“¿Por qué permite que su hijo estuviese presente si no tenía nada que ver?”, le preguntó la acusación particular. “Yo soy un cabezón, está obligado porque yo soy el papá y los papás mandan sobre los hijos”, aseveró.
El empresario intentó abrir el maletero, lo que le valió nuevos golpes y que, según él, Miguélez lo atase con más fuerza. Isabel Martínez (su cuñada) fue “la lista de todo esto”, junto a su hermano, quienes se encargaron de cuidar al empresario por las noches, mientras que Ramón Mosquera no permaneció en la casa de los padres de Isabel, de los que dijo que sabían todo.
Sin embargo, el otro Mejuto contó un relato algo distinto. José Manuel testificó que su hermano llevaba una pistola y fue el que apuntó al empresario en la pista forestal –Jesús dijo que llevaba un arma de fogueo pero que apuntó al suelo–, además, aseguró que su sobrino sí estaba en el momento del secuestro. Él no sabía lo que iba a pasar y enfatizó que nunca tuvo en sus manos una pistola.
Acusó también a Mónica, la pareja de Jesús, de estar “en todo” y de acudir varias veces a la casa. “Yo no sabía qué hacer y se nos ha engañado”. Sus suegros “fueron unas víctimas”.
Por miedo
Expuso que le “faltó valor para decirle a Abel que se fuese” –puesto que la puerta del galpón estaba cerrada solo a veces, según su testimonio, y nunca según la declaración de Jesús–, además, hizo hincapié en que sus suegros no sabían nada, mientras que Ramón Mosquera “estaba más asustado” que él.
Contradijo a Jesús para afirmar que su sobrino sí entró varias veces en el habitáculo donde retenían al empresario, al contrario que su pareja que, al menos delante de él, nunca se acercó. Sostuvo que todos se sentían “amenazados por Jesús” al tiempo que incriminó a su sobrino asegurando que era él quien “daba las ideas” porque “él dice y su padre hace”. Incluso dijo que la única arma de verdad era propiedad de José Miguel.
Reiteró, preguntado por el abogado de su hermano y sobrino que él “no sabía nada” y que se dio cuenta de lo que pasaba “al ver las pistolas”. Al igual que rememoró Jesús, la idea era “dar unos golpes a Jorge y nada más”. Además dio una versión diferente a la de Jesús al afirmar que él no había visto a Miguélez propinar ningún golpe al retenido.
“La víctima dijo que uno se había dirigido a él con acento mexicano para decirle “te voy amatar hijo de la chingada’”, interrogó el abogado de Miguélez. “El hijo y el padre lo dicen, nunca Miguélez”, y afirmó que esta persona nunca había estado en la casa en la que se retuvo al empresario.