El horror, sadismo y muerte que trajo con sigo el ascenso nazi en el continente europeo marcó un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Ni si quiera en la actualidad, tras casi ochenta años de reflexión y comprensión, se ha podido llegar a una conclusión coherente de por qué todo un país siguió a Hitler hasta el abismo. Su brazo llegó hasta todos los lugares del mundo, y Galicia no fue una excepción.
El BOE (Boletín Oficial del Estado) publicó ayer la lista de todos los españoles que murieron en los campos de concentración de Mauthausen-Gusen en Austria. Un total de 4.427 personas, de los cuales 109 eran gallegos. La ciudad de A Coruña también perdió trece ciudadanos en el Holocausto nazi: José Albedro Villaverde (35 años), Fernando Batalla Caule (26 años), Adriano Castillo Soudelo (35 años), Juan Clemente García de la Cruz (30 años), Arturo García Lagares (46 años), Juan González del Valle (42 años), Leopoldo López Criado (36 años), Julio Martínez Arias (31 años), José Martínez Cacheira (40 años), Luis Rafales Lamarca (24 años), Víctor San Miguel Prada (27 años), Enrique Tallón Charlón (29 años) y Ramón Lamela Marcate (27 años, aunque no aparece en los registros) eran sus nombres.
José Naveira Campos (30 años) de Betanzos, José Becerra Trinanez (26 años) de Carantoña, José Seijas Insua (31 años) de Carral y José López Rama (35 años) de Vilasantar fueron los otros cuatro ciudadanos de las comarcas de A Coruña y Betanzos que murieon en los campos de concentración.
Republicanos exiliados
Martín Ferreiro Álvarez (49 años) de Pontevedra estuvo asentado la gran parte de su vida en la localidad coruñesa y se puede considerar el numero 14. Su historia es compartida por muchos otros. Algunos republicanos españoles optaron por el exilio a Portugal y a Francia tras el golpe de Estado por parte de las tropas franquistas. Sin embargo, con la eclosión del nazismo y la invasión del país al norte de los Pirineos en 1940, los españoles acabaron en los campos de concentración alemanes y austríacos.
Las vidas de los gallegos fallecidos en Mauthausen cuando aún estaban en su tierra natal no distaban de la normalidad de cualquier otro. Cargos públicos o profesores eran algunas de sus ocupaciones. Pero la sucesión de hechos y la expansión vírica del nazismo condenaron a estas personas a pasar sus últimos días lejos del hogar.