Dice de la anciana a la que cuidó durante los últimos años de su vida que la “quería y cuidaba” como si fuera su abuela: “Ella me regaló mis primeros juguetes, y a mi abuela no la llegué a conocer”. No era su abuela, sino su tía abuela, y el motivo que lleva a su familiar a exteriorizar su amor por ella es el juicio que desde ayer se sigue contra ella y su hija en la Audiencia Provincial por una estafa de más de 1,6 millones de euros.

Porque, además de acumular una fortuna, parece que la fallecida sufría un grave deterioro de sus capacidades mentales que la llevaba a acumular también bolsas y bolsas de basura en su casa de la calle del Orzán; un deterioro que, según sostienen las acusaciones, aprovecharon sus dos parientes para ganarse su confianza y conseguir que les firmara, primero una autorización para gestionar sus cuentas bancarias y, más adelante, un poder que les daba potestad absoluta sobre su capital.

Se enfrenta a seis años por quedarse con 1,6 millones del patrimonio de una familiar rica y senil

La Fiscalía culpa a su sobrina nieta de retirar de sus cuentas ingentes cantidades de dinero y también de vender sus acciones y otros títulos bancarios, o incluso inmuebles, hasta el mismo día de la muerte de la anciana, en junio de 2004, una apropiación por la que solicita para ella y su hija una condena de seis años de reclusión.

“Yo hacía lo que ella me mandaba. No sé para qué necesitaba (el dinero) pero ella me lo pedía y yo se lo daba (...) Yo lo que quería era que estuviera bien y nada más”, argumentó la principal acusada durante un largo interrogatorio en el que fue cuestionada por las múltiples gestiones bancarias que realizó en los meses previos al fallecimiento, cancelaciones de cuentas incluidas.

Los acusadores particulares –representantes de algunos de los herederos– querían saber, por ejemplo, por qué la mujer a la que cuidaba pudo mandarla hasta cuatro veces en una misma mañana a sacar dinero de una de sus cuentas y por qué ella se dirigió a cuatro sucursales distintas, todas alejadas de la residencia de su pariente. También, el motivo de que, en el mismo día en que ella retiraba “cientos de miles de euros”, la titular de las cuentas acudiese al banco a sacar “diez o doce euros”.

“Su carácter era de ‘haces lo que te diga y nada más’”, justificó la mujer sentada en el banquillo, quien reconoció que durante aquel tiempo sí se sintió “inquieta” por los problemas que pudiera tener con los sobrinos de su tía abuela, sus herederos: “Pero ella decía que su dinero era suyo y que hacía con él lo que quería”.

por el dinero

En efecto, los descendientes más directos de la millonaria reclaman a madre e hija la devolución del millón y medio de euros que pasó por manos de la cuidadora entre 2003 y 2004, fechas en las que ejerció como defensora judicial de la anciana tras un proceso de incapacidad.

“No se fiaba de los sobrinos, creía que iban a por su dinero”, declaró la acusada, para afirmar luego que en el año largo en que la visitó a diario solo vio a sus familiares un par de veces, y nunca en los ocho días que permaneció ingresada antes de fallecer. “Es verdad que en alguna ocasión dijo que el dinero se lo dejaría a las monjas o a quien fuera pero que no se lo iban a llevar sus sobrinos”, constató a preguntas de las defensas.

También en respuesta a su abogada negó que “para nada” la mujer tuviese problemas mentales, como afirman las acusaciones, y, de forma tajante, descartó haberse aprovechado de ella: “Por Dios, ¿cómo me pregunta eso? Es imposible. Nuestra situación económica no mejoró. Pueden comprobarlo”.