Muchos fueron los problemas con los que la ciudad tuvo que lidiar; la Milicia Urbana, la constitución de los presupuestos locales, así como numerosos pleitos y un gran desarrollo urbanístico surgido en esta centuria. Hasta la mitad de la misma, la Coruña, se hallaba anclada dentro de sus propios muros defensivos, que actuaban como un gigante corsé mientras impedían su propio desarrollo. Una vez obtenidos los permisos del Departamento de la Guerra y con las Reales órdenes en la mano, comienza la explanación de las murallas.
Esto no quiere decir que las murallas estuvieran exentas de problemas, ya que hubo de derruirlas por partes, aprovechando sus materiales para levantar edificios, nivelar rasantes del suelo, cubrir fosos y hacer el Relleno de la Marina, hasta Linares Rivas. Cuando se comienza la obra del Puerto a finales de esta centuria, se extraen los bloques de piedra de la Plaza de María Pita para efectuar esta importante obra del primer puerto con el que contaría la ciudad.
La población coruñesa, antes del comienzo del derribo de las murallas, extendía su crecimiento hacía las barriadas de las Atochas-Santo Tomás, Santa Lucía y Riazor cuando dan comienzo las explanaciones. Así se inicia la edificación de lugares que antes ocupaban las fortificaciones, que dio lugar al Ensanche coruñés, cuya zona comenzó a crecer de una manera muy ordenada y rápida. De este modo, a partir de 1870, nacen las calles de Juana de Vega, plaza de Lugo, Plaza de Orense, Teresa Herrera y otras muchas de la zona.
Lo que hoy es Juana de Vega antes era un espacio ocupado por la antigua Alameda de la Coruña y las puertas la de la Torre de Abajo, junto con la de la Torre de Arriba. La primera se situaba en lo que hoy es Sánchez Brégua y la segunda en la plaza de Pontevedra, en el lugar que hoy ocupa el Instituto da Guarda. En medio de ambas puertas estaba la laguna que impedía el paso enemigo por el frente de tierra. Los materiales del derribo de la fortificación más próxima fueron empleados para levantar el edificio escolar.
De modo que el Ensanche configuró el crecimiento lineal de la Coruña de finales del siglo XIX, en dirección al Camino Nuevo (hoy Juan Flórez) y Linares Rivas, hacia la Palloza y la populosa barriada de Santa Lucía, cuya capilla se situaba sobre lo alto de la colina del mismo nombre, derribada para que la carretera de Madrid-la Coruña tuviese la anchura suficiente y enlazase con la actual avenida de Linares Rivas. El desarrollo de la ciudad fue muy rápido, gracias a las obras del Puerto y a las escalas de las diversas rutas trasatlánticas que recalaban en este puerto con destino a los diferentes puertos de América, como Cuba y Argentina.
Hay que significar también el legado que nos ha dejado esta centuria, con sus luces y sombras, pero fue ante todo una época de grandes logros y muchos problemas, político, económico y social. Los cambios de Gobierno, se sucedían con rapidez, las guerras en que se vio sumida España, en toda esta centuria fueron constantes, de este modo hubo que superar la Guerra de la Independencia, la Revolución del Trienio Liberal y después tres Guerras Carlistas. Soportar grandes penurias debido a la pérdida colonial de América, las cuales habían iniciado su camino por la Independencia en la segunda década de esta centuria del XIX, para más tarde superar la aventura de África y las dos guerras de Cuba, en la que al final y en la última de 1898, se pierden para España, esta Perla Caribeña, así como Puerto Rico y el archipiélago de la Filipinas, a manos del incipiente imperio de los Estados Unidos.
A todo ello habría que añadir las diversas sublevaciones internas llevadas a cabo por los simpatizantes de las variadas tendencias políticas, como eran absolutistas, liberales, anarquistas, socialistas y de otros perfiles ideológicos, ya fuesen progresistas o conservadores, e incluso republicanos. Todo ello convulsionó la marcha social de España a lo largo de esta agitada centuria.
Se puede decir que esta centuria supuso el devenir de nuestro futuro como nación, pero además dejaría, y de un modo definitivo, descolgada a España del tren industrial que había comenzado en Europa a mediados del siglo XVIII , mientras que en España en el primer tercio del XIX se vivía anclado a la Edad Media, merced al absolutismo de Fernando VII y sus acólitos. Fue por desgracia un tren que se pasó de estación dejando al país descolgado de las grandes ventajas que ello suponía para la población y su bienestar social. Por lo que el desarrollo económico, no surgirá hasta mediados del siglo XIX, cuando la Coruña empieza a crecer en edificación acompañado del comercio, ya que las antiguas industrias del siglo XVIII, apenas existían. Ahora son otras y de forma diferente se interpreta esta nueva pujanza comercial, en donde el mar como antaño, será de nuevo el fiel protagonista.