Portugal, el país vecino y amigo, está siendo golpeado por la tercera ola de la pandemia que deja muchas víctimas mortales, miles de contagiados y a la gente muy deprimida. Estoy seguro de que los portugueses que superaron muchas adversidades, saldrán de este trance por sus propios medios y con las ayudas de otras naciones, entre ellas España, que merece este país solidario y acogedor.
Este apunte, obligado por la dramática actualidad, sirve de introducción para comentar en este espacio la reelección de Marcelo Rebelo de Sousa para la presidencia de la República el 24 de enero.
En unos comicios marcados por la Covid-19, los electores renovaron su confianza en el candidato integrador de un amplio espectro, desde el centro izquierda al centro derecha, y su victoria fue el triunfo de un político que encarna la moderación ideológica y garantiza la estabilidad institucional. Los portugueses premiaron su coherencia personal, su sentido de Estado y su capacidad para dialogar con todas las fuerzas del arco parlamentario siempre “por el bien del país”, como prueba la ejemplar cohabitación en un entente cordial con el gobierno del socialista Antonio Costa.
Le llaman cariñosamente “el presidente de los afectos” por su sencillez y cercanía al pueblo. Las imágenes de su presencia en la cola de un supermercado o ayudando a un bañista en Cascais, sin asistentes ni guardaespaldas, dieron la vuelta al mundo. Comparen esa sencillez con los signos de “valer, pompa y boato” que buscan aquí la mayoría de políticos que, salvo el Rey, ni de lejos igualan su formación y prestancia.
“Soy consciente de que la confianza renovada no es un cheque en blanco sino el mandato de seguir siendo el presidente de todos los portugueses, el presidente que une, que respeta el pluralismo y que nunca se rinde ante la injusticia social”, dijo el presidente electo al conocer los resultados.
Votando a Rebelo de Sousa, dice el profesor de la Universidad do Minho Francisco Carballo Cruz, “han votado también valores como el entendimiento institucional y la estabilidad política que en el momento actual son fundamentales para gestionar la crisis sanitaria e impulsar la recuperación económica y la transformación del modelo productivo del país”.
Sin duda, cada sociedad tiene los políticos que merece y genera. Los portugueses, personas de esmerada educación, respetuosos y muy patriotas, eligieron de nuevo “lo bueno conocido” y se muestran siempre respetuosos con la Constitución, el Jefe del Estado, la bandera, el himno…, todas sus señas de identidad como pueblo.
La verdad, viendo el guirigay político de nuestro país, es para tener sana envidia de la estabilidad institucional portuguesa.