El IES Monte das Moas acoge desde ayer el nuevo programa “Falamos da escola” de la Obra Social de Abanca, Afundación, con el que mayores voluntarios y jóvenes de centros educativos de Galicia intercambian sus vivencias durante sus etapas escolares.
El programa lo presentó en el propio centro educativo el presidente de Afundación, Miguel Ángel Escotet; la profesora del IES Francisco Aguiar de Betanzos, centro impulsor del proyecto piloto de este programa, Delfina Ruibal Baamonde; y la directora del IES Monte das Moas, Ana Romero Masiá.
Escotet quiso resaltar que este tipo de actividades busca “reducir la brecha intergeneracional”, porque “en temas de aprendizaje no hay edades”. “Uno debe buscar la rica experiencia de aprender”, decía Escotet, a lo que añadía que al “interaccionar las diferentes generaciones” se acaba por “aprender tanto de la experiencia y de la inexperiencia también”.
Estos encuentros entre mayores y estudiantes cuentan una fase de preparación, en la que los voluntarios, pertenecientes a los Espazos +60 de Afundación, planifican sus intervenciones; mientras que los alumnos aprenden, guiados por el profesorado, sobre el contexto social e histórico de las escuelas gallegas.
La fase de encuentros se divide en dos partes. Una primera en la que los voluntarios exponen a los alumnos sus experiencias escolares para establecer un debate sobre las escuelas antes y ahora, tal y como explica Ana Romero, “as diferencias das escolas actuais e as dos 50”, de como se llegó a la cultura educativa actual desde “a regra e vara”. Mientras que en la segunda parte ambos grupos colaboran para establecer cuales deben ser las metas de la educación contemporánea.
En este último aspecto, los alumnos del centro y los ocho voluntarios de Espazo +60 llegaron a la conclusión de que los principales papeles que debe tener la educación actualmente son “educar na diversidade e fomentar as liberdades de opinión e ideolóxica” y “educar en igualdade e inclusión”, algo en lo que Escotet quiso incidir, sobre la necesidad de “cambiar la idea de ir a la escuela a almacenar certificados”.
A “escola do ferrado”
Los alumnos del centro pudieron compartir experiencias con ocho voluntarios, como por ejemplo Rosa Pereiro, una mujer que les contó, ante la fascinación de los estudiantes, como fue su vivencia en las llamadas “escola do ferrado”, en concreto la de su pueblo, en Busto, cerca de Santiago.
“La escuela de ferrado era como llamábamos al colegio al que íbamos, en el que teníamos que pagar con un ferrado de trigo al año, que son unos trece kilos, que no parecen mucho, pero para la época significaba bastante para una familia”, cuenta Pereiro.
Sobre las diferencias con la actualidad cuenta que “antes no era obligatorio, yo por ejemplo solo fui a la escuela hasta los diez años”, a lo que añade “en las aulas ahora ves a 20 alumnos por profesor, nosotros cuando llegaba el invierno éramos hasta 85, de todas las edades, para un solo profesor”, añade Pereiro.