La imagen plácida que se tiene del parque de Santa Margarita, lleno de niños que corretean entre gritos y jubilados que juegan a la chave, oculta la guerra fría que lleva librándose milenios entre gatos y perros y que estos días se ha avivado con el rumor de que puede haber una persona que haya envenenado a uno de los perros que acuden diariamente a pasear por la zona verde, una de las más emblemáticas de la ciudad. Todos los dueños de mascotas comentan los carteles donde se alerta de este peligro, y algunos señalan que en parte, los amantes de los felinos que también abundan por allí pueden tener algo de culpa.
Porque, como todo el mundo sabe, los gatos callejeros abundan en Santa Margarita, así que las personas que adoran a estos animales suelen dejar comida en los rincones, o incluso en las vallas de cemento que rodean el recinto, para que los mininos tengan qué comer. Pero a veces se suman al banquete los perros que aprovechan un descuido de sus dueños para hacerse con un bocado.
El problema es que muchas veces ese bocado no está en las mejores condiciones, porque la comida se ha podrido, o simplemente no es adecuada para un can, y este puede enfermar. Ése es, para algunos, el origen del rumor que apunta a un supuesto envenenador de perros que ronda por Santa Margarita, aunque la teoría del envenenador sigue teniendo muchos adeptos. En la asociación Gatocán aseguran que si ni la Policía Local ni la Nacional han recibido ninguna denuncia, es solo porque para muchos dueños de animales, resulta inútil hacerlo si no coge al envenenador in fraganti. También la asociación Libera están convencidos de que la amenaza es real, y anunció que ofrecerá soporte legal gratuita a todas las personas cuyo animal haya sufrido un envenenamiento. Incluso el Ayuntamiento ha animado a los afectados a presentar denuncia.
Dudas
Pero persisten las dudas. El servicio de mantenimiento del parque tampoco ha detectado en ningún rincón cebo envenenado para atraer a los canes y por el momento, las autoridades solo tienen constancia de un único animal que puede haber sido víctima de envenenamiento y que fue puesto bajo el cuidado de un veterinario aunque, por el momento, no existe un informe toxicológico concluyente.
Lejos de Santa Margarita, en Eirís, en marzo, también estaban convencidos de que un envenenador rondaba por el parque del barrio. Apuntaba como prueba a que había aparecido hierba teñida de amarillo. Entonces creían que era herbicida, esparcido allí por el servicio de mantenimiento del parque. Aquello coincidió en el tiempo con la muerte de un cachorro, lo que disparó la preocupación entre los dueños de las mascotas. Poco después se supo que el animal había fallecido e muerte natural: una cardiopatía congénita.
La presidente de la asociación Cancoruña, Elena Castro, apunta a otro posible origen de los rumores de veneno. “Hay personas que ponen azufre en los lugares donde los perros van a orinar, porque les molesta el olor y creen que así los espanta”. Castro comprende que los vecinos no quiera que los animales miccionen cerca de sus casas, pero advierte que el azufre no sirve de nada. “Pero es un producto químico peligroso y contaminante, así que es mejor que no lo hagan”, añade.
Castro, que se declara amante de los felinos, también pide que no se deje comida a los gatos. “Sé que la gente lo hace con la mejor intención, pero no es una buena idea porque los gatos se reproducen rápidamente siempre que tengan comida disponible, y el propio alimento puede ser un problema sanitario si se deja mucho tiempo abandonado. “Lo mejor sería crear una colonia felina en Santa Margarita”, considera la presidente de Cancoruña.
Las colonias son grupos de gatos controlados y esterilizados, que de esta manera evitan una explosión demográfica de animales. “Los gatos son muy beneficiosos, porque se encargan de controlar las plagas”, asegura Castro. El problema es que a veces los ceban tanto los amantes de los felinos que no solo no tienen necesidad de cazar, sino que de los restos de su comida se alimentan incluso las ratas. El proyecto de las colonias felinas se ha planteado en numerosas ocasiones por las asociaciones pro derecho de los animales sin que por el momento, haya recibido el apoyo necesario del Gobierno local.
Así que por el momento, los felinos de Santa Margarita siguen viviendo a su aire, como siempre han hecho los gatos. Y por otro lado, los perros del parque también suelen rondar fuera del área canina, donde en principio deben estar confinados. Y sin embargo, las dos especies campan por sus respetos por el parque. O lo harían, si no fuera por la amenaza del envenenador.