El parricida de Paderne intentaba “llamar la atención”, según los peritos

El parricida de Paderne intentaba “llamar la atención”, según los peritos

“Histriónica”, “teatral”, “victimista”. Son algunos de los calificativos empleados ayer por forenses, psicólogos y psiquiatras para describir la personalidad del vecino de Paderne al que un tribunal popular juzga esta semana por la muerte de su hijo, un bebé de 14 meses que falleció calcinado en octubre de 2010, después de que su padre abriera una bombona de gas dentro del coche en el que ambos viajaban y encendiera un mechero.

Los peritos concuerdan en apreciar en su carácter rasgos paranoides, pero descartan que padezca una enfermedad mental que le impida entender el alcance de sus actos. Al contrario, sus informes coinciden al apreciar que el hombre “era consciente” y comprendía la gravedad de los hechos cometidos. Así, la conclusión a la que llegan es otra: “Quería llamar la atención”.

Médicos y guardias civiles concluyen que cuando quemó a su bebé era consciente de sus actos

Tal descripción encaja con otras de las declaraciones llevadas ayer a la sala de vista de la Audiencia, entre ellas, las de los agentes de la Guardia Civil que encontraron al hoy acusado aquella tarde, deambulando por la carretera, con las manos y la cara quemadas. “Quiero recalcar que él era consciente de lo que había hecho, que había quemado a su hijo –señaló uno de ellos–. Es consciente de lo que hace, pero al darse cuenta intenta salvarlo de las llamas”. En el mismo sentido, un compañero también presente, recalcó: “Era consciente de lo que decía y de los hechos que había cometido. Estaba nervioso y medio llorando, al darse cuenta de lo que había hecho”.

 

con ensañamiento

Lo que había hecho minutos antes lo describió el acusado el lunes ante el jurado, y puede costarle hasta 25 años de cárcel, que es la pena que reclama la Fiscalía al creerle culpable de un delito de asesinato premeditado, agravado por haberse cometido con ensañamiento.

Según su versión, llegó al límite de sus nervios tras varias conversaciones telefónicas con la madre cargadas de reproches y gritos, de manera que, sobre las siete de aquella tarde, abrió la bombona que llevaba en la furgoneta y, momentos después, accionó su mechero para acabar con todo. Apenas si ocurrió nada, así que salió, con la finalidad –asegura– de sacar al bebé, que permanecía atado en su silla en el asiento posterior. Pero la puerta no funcionó y mientras trataba de abrirla, de pronto todo se convirtió en “una bola de fuego”, de la que no pudo rescatar al niño, pese a sus intentos.

Si, como se desprende de su relato, la intención del acusado era quitarse la vida, los especialistas que lo examinaron tras el suceso dudan de que el hombre pretendiera realmente matarse, pese a sus varios intentos de suicidio precedentes. “El que quiere suicidarse, normalmente lo hace a la primera; el que quiere llamar la atención, si muere es porque le ha salido mal el truco del almendruco”, afirmó, muy crítico, uno de los forenses.

Este criterio se contradice con el de la defensa, que encuadra los episodios autolíticos entre los rasgos del trastorno límite de la personalidad que varios de los peritos sí aprecian en el acusado, y que a criterio de la letrada debe ser tenido en cuenta a la hora de evaluar su capacidad mental, de cara al veredicto.

Preguntado al respecto, otro miembro del Instituto de Medicina Legal precisó que ese trastorno “no es una patología” y no hizo que el hombre perdiera el juicio de la realidad. “Creemos que tenía la suficiente libre voluntad para actuar”, estimó. n

 

El parricida de Paderne intentaba “llamar la atención”, según los peritos

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