Nacho Carretero no barajó nunca la idea de escribir sobre el narcotráfico, pero desde siempre se sintió atraído por un tema al que no se le hizo mucho caso en el terruño, aunque, en realidad, Galicia fuera en los 90 la principal puerta de entrada de la cocaína: “Siempre nos fascina más lo de fuera y había muchas posibilidades. Creí que se podía hacer algo”. Así es como el escritor le dio forma en “Fariña, Historia e indiscreciones del narcotráfico en Galicia”, publicado por Libros del K.O, a todo lo que supuso esto en un país con la orografía perfecta para serpentear a las fuerzas de seguridad.
Aunque ahora es una de las tantas embajadas que la droga tiene en el viejo continente, el autor señala que “sigue siendo una alternativa con la peculiaridad de que los clanes gallegos son especialistas en grandes cantidades”. Es por eso que aquí “cuando se descarga, se descarga bien. No bajan de las tres o cuatro toneladas”, en Galicia o fuera, porque según cuenta Carretero en el libro, los clanes gallegos pueden hacer desembarcar la mercancía en el estrecho o en Cataluña si es necesario.
Desde su condición de lector friki como él mismo se define, el periodista grabó en su disco duro acontecimientos como el que ocurrió hace tres años cuando en el juicio de la banda conocida como Los Pasteleros desapareció el testigo clave. Detalles como este no pasaron desapercibidos para Nacho, que no revela nada extraordinario en el volumen, “o al menos nada que no supiera ningún gallego que quisiera saber acerca del tema”.
En este sentido, el escritor alaba el papel de la prensa, que “estuvo a la altura e incluso hubo quien se jugó la vida para informar”, señala, pero advierte que se quiere transmitir la idea de que ya es un capítulo pasado. De ahí que la publicación “era necesaria para poner negro sobre blanco y contar bien la historia para que sorprenda”.
Una vez que Carretero encajó las piezas del puzzle, puso su toque que no es otro que hacerlo digerible aún para el que no le interese: “Que pueda leer una crónica y que diga: ‘¡Coño, lo que ha pasado o lo que está pasando!’”.
A pesar de ser un trabajo periodístico, Nacho se permite la licencia de soltarse en la narración. La finca no está tan acotada como una noticia y en el pastel engloba todo lo que le contó la Policía Nacional y la Guardia Civil sobre el tema y el lado humano de las víctimas. De las madres de esa generación perdida y de los que lograron sobrevivir. En su ensalada del narcotráfico, coletean la docena de clanes que todavía introducen fardos y una labor de hemeroteca, de la que Nacho saca conclusiones: “Es un poco injusto hablar de que la sociedad lo silenció porque no le correspondía a ella, sino a la policía, que no estuvo a la altura”.