Yo estaba allí. Sí. Yo estaba en el Congreso aquel 23 de febrero de 1981 en que un grupo de guardias civiles con el Teniente Coronel Tejero al frente irrumpieron en el hemiciclo con la intención de perpetrar un golpe de Estado.
Han pasado cuarenta años pero recuerdo con nitidez lo que sucedió aquella tarde. Recuerdo primero el estupor, después el miedo, la desesperanza, la vergüenza por lo que pensarían en el resto de Europa, la incertidumbre por el futuro, en fin, tantas y tantas emociones encontradas.
Recuerdo que estaba sentada en la tribuna de prensa cerca de Miguel Ángel Aguilar y fue él quien nos dijo que era Tejero aquel guardia civil que, pistola en mano, había entrado en el hemiciclo. Y recuerdo a Susana Olmo y a Charo Zarzalejos sentadas a mi lado y las palabras de la veterana e inolvidable periodista Pilar Narvión dirigiéndose a nosotras: “Niñas, apuntad bien la hora, esto es lo que los libros de Historia nos enseñan que es un golpe de Estado”.
En fin, los recuerdos fluyen y se amontonan en este aniversario pero quizá lo más importante es que en estos días se han publicado estudios y estadísticas que dicen que la mayoría de los jóvenes y de los adolescentes no tienen ni idea de lo que sucedió en España aquel 23 de febrero de hace cuarenta años.
Si esto es así hay que llegar a la conclusión de que algo se está haciendo mal.
Conocer la Historia, nuestra Historia, es un derecho y un deber. No podemos comprender el presente si no sabemos de dónde venimos de manera que me parece imprescindible que los más jóvenes conozcan la Historia reciente de nuestro país, que sepan que la democracia hay que cuidarla, que nunca hay que dar nada por sentado, pero también que la Transición fue un éxito de todos, y que la Constitución nos ha permitido vivir los últimos cuarenta años en un Estado de Derecho y por tanto en democracia y libertad.
Y precisamente fue el Estado de Derecho el que ganó la partida a los golpistas durante aquella larguísima tarde y aún más larga noche, y que los que estuvimos allí guardamos memoria de todo lo sucedido pero que esa memoria debe de convertirse en conocimiento imprescindible para los más jóvenes.
Lo que resulta tan incomprensible como desolador es que los partidos independentistas se hayan negado a participar en ese acto de recuerdo del 23 F organizado por el Congreso. No hay ninguna razón para justificar esa actitud que prefiero no calificar por aquello de no utilizar palabras gruesas.
Aquel 23 de febrero de 1981 la democracia y el Estado de Derecho se impuso a los golpistas, y si no loquieren reconocer y celebrar que esto fue así entonces se lo debían de hacer mirar.