Ser uno mismo es afirmar la propia identidad, es decir, ser auténtico, íntegro y no dejarse manipular; pero para ser uno mismo, hay que conocerse a sí mismo, que es en lo que consiste el autoconocimiento, o sea, ser consciente de las propias capacidades y limitaciones.
Precisamente, la frase “conócete a ti mismo”, la pone Platón en boca de Sócrates, recordándole a Alcibíades que, antes de ser gobernante y mandar sobre el pueblo, su primera tarea es gobernase a sí mismo y esto no se consigue si antes no se conoce a sí mismo.
Por ello, el oráculo del templo de Apolo en Delfos tenía inscrita la frase “conócete a ti mismo y nada en demasía”, para subrayar la importancia, tanto del autoconocimiento como de la moderación.
Fue el propio Sócrates el que dijo que “el mayor de todos los misterios es el hombre”, lo que confirmó Aristóteles al reconocer que “la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”.
Dicho lo anterior, no puede extrañarnos que la obra más importante de Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina en el año 1912, se titule “La incógnita del hombre”.
En defensa de ser uno mismo, la persona se esfuerza por mejorar mediante el afán de superación y la emulación, que no son intentos de suplantar personalidades ajenas, sino de satisfacer el deseo natural de alcanzar la mayor preparación y formación posibles. “No es necesario ser nadie más que uno”, afirmó Virginia Woolf.
Por la emulación, no se trata de ser igual o más que otro, ni tampoco de ocupar su lugar, sino de ser mejor, más capaz y eficaz, es decir, digno de ser imitado y ejemplo para los demás del esfuerzo y sacrificio para triunfar en la vida.
“No intentes replicar la personalidad de otra persona, aunque sea exitosa. Sé siempre tú mismo y ten fe en ti mismo y alcanzarás el éxito”, es la afirmación de Roy T. Bennett.
Que el hombre sea un ser sociable por naturaleza, no quiere decir que sea “uno más”. Ser uno más es renunciar a lo que uno es y, sobre todo, a lo que quiere o aspira a ser.
Es evidente que ser uno mismo es demostrar que no somos iguales ni idénticos a los demás; que somos semejantes y participamos de la misma naturaleza.
Las personas son entes individuales y, por lo tanto, irrepetibles e inescindibles. Cuando se habla de doble personalidad, lo que, en realidad, ocurre es que una es la verdadera y la otra falsa. Son los casos de hipocresía, simulación o impostura. Caso distinto es el de la esquizofrenia que, etimológicamente, significa “mente escindida”. “Ser tú mismo en un mundo que constantemente intenta hacerte otra cosa, es el mayor logro”, afirmaba Ralph Waldo Emerson e, insistiendo en esa misma idea, Bruce Lee remarca, “siempre sé tú mismo y ten fe en ti mismo. No salgas y busques una personalidad exitosa y trates de duplicarla”.
En definitiva, ser uno mismo consiste en tener por lo que se vale y no valer por lo que se tiene.