Deconstruyendo

El asunto comenzó no sé si con los cubistas, los dadaístas o los surrealistas, pero no fue hasta que cierto gurú de la cocina empezó a deconstruir tortillas de patata y cosas así cuando el personal se volvió loco por el asunto. Deconstruir una tortilla de patata, por ejemplo, consiste en hacer una gilipollez con los ingredientes juntos, pero no revueltos: el huevo por aquí y la patata por allá; echarla en determinado orden sin mezclarla, servirla en una copita muy aparente y luego sorberla como si fuese el humeante brebaje que preparaban en aquellos bares hawaianos donde se reproducían en una interminable cinta de casette melifluas tonadillas de los Indios Tabajaras. 
Y así, como sucede con todas las modas, fue cómo legiones de jóvenes-aunque-sobradamente-preparados se lanzaron al maravilloso mundo de deconstrucción. Se aparcaron la barbacoas; se proscribieron la cerveza, el chorizo y los patés, que hasta entonces pasaban por comida finolis; se ensalzó el vino y se multiplicaron los entendidos (y los precios). Los fines de semana desenfadados gourmands se aventuraron por el sugerente mundo de la cocina de autor para asombrar a sus invitados con alguna ocurrencia culinaria. Luego, como sucede siempre, los gurús de la pitanza se aplicaron a otras cosas y volvieron a sus laboratorios para idear nuevas conspiraciones y formas de dar puñaladas a los guisos de la abuela, dejando a la plebe afanada en su invento. Y los niños ya no quisieron ser astronauta, sino chef.
Ahí siguen los pijos deconstruyendo cositas. Lo que sea. Ahora les toca a estos JASP levantar sus desarbolados partidos políticos. Separando sus ingredientes para, sin mezclarlos, hacer un novedoso mejunje que asombre, convenza y atraiga a sus huidizos votantes. Una semana pasó desde que las dos grandes formaciones se dieran un soberbio batacazo en las elecciones europeas (para no importarles a nadie hay que ver la brasa que dan). Escandalizados y hasta asustados por el auge de un tipo con maneras y discurso de sabidillo líder estudiantil, sus análisis de la debacle se redujeron a perífrasis, circunloquios y eufemismos: “alejamiento de la realidad”, “falta de comunicación”, “estructuras fatigadas”... Pero nada se habló de corrupción y de acoso, derribo y puteo al contribuyente. ¿Soluciones? Qué mejor que una desconstrucción. Un cambio de cromos o una pasadita de balleta al programa, según sea el caso. Al final, el mismo rancho, pero deconstruido y servido en un vasito. Bebamos, pues, esa tortilla. Solo hay que taparse las narices y tragarla de golpe.¡Salud!

Deconstruyendo

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