Dios en el armario

Salvo mi amigo Petapouco que tiene línea directa con el Espíritu Santo, no abundan mis camaradas interrelacionados con Dios ¡ si acaso sufren un percance los más de ellos, aunque sea por pelotilla asquerosa de quedar bien, rezan un Padrenuestro.
A las gentes de hoy les falta aquella fe de carbonero que movía montañas o el cura de Ars escamoteado del calendario litúrgico porque las gentes andan a lo suyo y cultivan poco el recogimiento y la serenidad. Envidias, celos, supercherías obispales, seminarios vacíos de almas que intenten servir a la Iglesia. Pero ya sabemos como se las gasta el Supremo Hacedor cuando viaja a la tierra le contraría el mundo que se topa y por eso chismorrea del personal que encuentra en el camino.
Hace un par de días leí en una crónica catalana que en la Sagrada Familia- arquitectura de incienso, sombras derramadas por Gaudí- se celebran misas en cinco idiomas con equilibrio entre visitas turísticas y las puramente religiosas. Esto resuelve mi cesto de costura estudiantil en Santiago de Compostela y mi asombro por las misas y confesionarios que catapultaban a la Casa del Padre en varios idiomas mientras el botafumeiro navegaba el espacio arrancado al Siglo XII por las peregrinaciones. Una ciudad de piedra para perpetuarse eternamente con la acrobacia mística de los graznidos de La Berenguela soplando miedo en La Quintana que alumbraban luna y estrellas.
Dios en el armario. Clamor de silencio. Bien en el templo con el piadoso creyente; bien como hortera de oficina que únicamente asiste para que lo vean; bien con la solemnidad chusquera, zángana y ordinariota de hombre sencillos que no quieren “pelearse” con sus esposas… Todo vale. Descender a la taberna. Subir a cafeterías encopetadas. Asistir a conciertos multitudinarios. Bailotear en la discoteca. ¿Puedo fumar al rezar? Inquiría el gitanillo de los peces en el río.

Dios en el armario

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