ESTA VEZ SÍ

“Four Sea Interludes Op. 33” de Benjamin Britten, el “Concierto para violín y orquesta no 1” de Dmitri Shostakóvich y las “Danzas Sinfónicas Op. 45” de Sergei Rachmaninov conformaron el programa que Dima Slobodeniouk y la OSG nos ofrecieron en el último concierto –viernes 18- de la temporada de abono de este año, que no de sus actuaciones.
Los Interludios Marinos testimoniaron, una vez más, la sutil estrategia compositiva del autor, con exhibición de recursos tímbricos ciertamente sugerente y particular. A través de sus cuatro movimientos, Dawn, Sunday Morning, Moonlight y Storm, Britten hace gala de su carismática visión orquestal. Al comienzo de Dawn, los violines cantan una línea melódica al unísono de gran fuerza expresiva reforzada exclusivamente por flautas en octava grave. Por su exposición en solitario, por el registro agudo en la caja o por la variación métrica de los grupos de notas y su acentuación ciertamente precisa, requiere de una interpretación detallista. Salvado este momento, las apariciones paulatinas de clarinetes, trombones y tuba y, en general, todas las secciones, corroboraron la categoría de la batuta de Dima y su sentido musical de las partituras. Impecable la rítmica en “Sunday Morning”, grande el sentido dramático e inspiración del “Moonlight” y, para acabar, en “Storm” la OSG mostró su talla en toda una gama de cambios dinámicos y la precisión que requiere este cometido.
El Concierto de Shostakovich lo interpretó Sergey Khachatryan, el cual, con una sobriedad escénica de libro, hizo gala de unas condiciones musicales –y sólo después técnicas– de difícil repetición. Hizo sonar su “Ysaÿe Guarneri 1740” como el gran intérprete que es. Justo en estos casos de tan grandes solistas, es en los que la escucha se hace totalmente placentera, porque circula en el aire esa rara sensación de que todo va a salir bien. La Zarabanda dela Partita II BWV 1004, fuera de programa, sencillamente expuesta, casi lineal, dejó la firma de lo que fue una auténtica interpretación de lujo. Y la velada concluyó con Rachmaninov y sus “Danzas Sinfónicas”. Bien expuestas y relatadas, cerraron este año con absoluta solvencia.

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