Último concierto de abono. La primera obra en cartel fue “Short Ride in a Fast Machine”, del compositor de Massachusets John Adams. Los protomúsicos estudiosos del género, que suelen teorizar alrededor de las notas con estrambóticos conceptos y ridículas ideas –a pesar, en su inmensa mayoría, de no haber tocado una nota–, juegan, no obstante, con los adjetivos, y consideran ésta una obra postminimalista. No atreviéndonos a decir nada en contra, lo que sí nos pareció fue una partitura carente de un concepto melódico claro –con excepciones- y sí densamente plagada de pequeñas y repetitivas figuraciones rítmicas de corto alcance. Sin embargo, su audición resultó bastante fácil y tuvo una respuesta del público acorde a sus méritos. Acertada ella.
A continuación el “Concierto de Violín”, del mismo autor. Ni siquiera la interpretación de Ilya Gringolts logró captar nuestra atención, básicamente por la intransigencia compositiva de Adams, especialmente en el primer movimiento, donde logró crispar los nervios a más de uno. Quizá se salve el segundo movimiento –Chacona– por beber de fuentes sólidas y copiar formas y sentidos de lo antes establecido. ¿Será esta la definitiva y novedosa manera de componer para no gustar a nadie o, por lo contrario, permanecerá en el baúl de los recuerdos por los siglos de los siglos en contra de la insistente y recalcitrante acción de programadores y seguidores de lo imposible? Apenas logró recompensa.
Gringolts, posteriormente, “ejecutó” el No. 16 de Paganini.
En la segunda parte Beethoven. Bien podríamos imaginarnos al autor, observando incólume desde el Valhalla, impertérrito, por educación. No parece estar capacitado Olari Elts para desafiar a todos y erradicar de un batutazo el peso de los últimos doscientos años de interpretaciones de este colosal ideario de música. Tempis desorbitados en velocidad pasaron de puntillas sobre cualquier detalle, y los efectos naturales de fraseo sufrieron de empecinada evanescencia. Recordar que Beethoven, debido a su escrupulosa obsesión por seguir de forma precisa los tempis, guardó estrecha relación con Mälzel. No pareció apropiada la idea de Olari. El “melos” de Wagner bien podría indicarnos a todos el camino.