DIRECTORES E INTÉRPRETES

Estrategia errónea la utilizada por aquellos músicos, empeñados en añadir a sus interpretaciones aspectos gestuales y movimientos de brazos y cuerpo que resultan ser más bien impostados e importados de otras artes, como faranduleros del teatro. Entre ellos, y con ademanes destacados, se encuentra el pianista que actuó de solista este viernes con la OSG, Dejan Lazić. Cuando surge el genio de entre las notas, no suele ser necesario recurrir a otro tipo de trucos de más que dudosa cualificación artística. Y es que la era de los Gould y los Gulda quedó anclada en el pasado, aunque tampoco sería justo establecer aquí analogía alguna. Vaqueros, hebillas y camisa azul también se sumaron al espectáculo.
Lazić hizo una particular lectura del Concierto para piano No 3 en Do m de Beethoven. No podemos menos que resaltar la gran técnica de este intérprete, por momentos: despliegue de facultades en velocidad, buen sonido en los pianos, pero sencillo en el rango de dinámica media, justo ahí donde los grandes del piano suelen destaca. Su técnica no le ayudó a ello. Tampoco observamos que hubiera intención de respeto al mensaje beethoveniano, pues su versión no pareció encajar en el código musical del autor pareciendo extraña. Suele ser norma en algunos intérpretes aprenderse obras de memoria y no volver a repasarlas con la partitura, llegando a reformar y deformar el original. Esa impresión dio en la Sonata de Scarlatti fuera de programa. El resto del concierto fue plausible: “Preludio a la siesta de un fauno”, de Debussy y “La Consagración de la Primavera”, de Stravinski, lo mejor con diferencia. Magnífico director Lionel Bringuier que con Debussy se encontró especialmente cómodo, y en la “Consagración”, quizá un poco lenta, pero en una versión de altura. La OSG necesita grandes directores para lucirse en el papel que le es propio por derecho, y no nos cansaremos de repetirlo. Gracias a dios, el pasado ya es historia.

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