UN SUCESO EXTRAÑO

Hace unas semanas se produjo un extraño suceso. Aunque lo anómalo no fue el hecho en sí, sino la repercusión que tuvo en los medios de comunicación. Portadas, páginas y páginas, entrevistas, artículos de opinión e informes en prensa escrita, por un lado, y más noticias, entrevistas y reportajes en radio y televisión, por otro. ¿De qué se trataba todo el asunto? Al parecer, una muchacha había ganado para España un campeonato mundial.
Un festival de adulaciones, panegíricos hasta la hipérbole, edulcoradas semblanzas, recepciones y homenajes a la autora de esta hazaña del deporte español, un hito desconocido hasta el momento, un estratosférico triunfo en... ¿¡bádminton!? Se antoja algo desproporcionada la atención mediática y eso es lo insólito. A qué se debe entonces todo ese despliegue para informar sobre... ¿bádminton? Asoman las sospechas conspiranoicas: debe de haber algo siniestro detrás de todo eso. Lo primero que se nos ocurre es que el acontecimiento habría de servir para desviar la atención de las aspiraciones soberanistas catalanas. Pero no tiene sentido. El proceso catalán ahí sigue. Como la crisis. Tampoco estamos en las épocas en las que bastaba la medalla de bronce de un rapatundas en los Juegos Olímpicos en boxeo para aullar de entusiasmo encubriendo las miserias de un país. Como los alaridos de los comentaristas celebrando la pulverización de un récord de España en una prueba olímpica (pese a quedar decimoctavo en su serie el corredor de turno, que pasaba a la categoría de héroe nacional). O que el gran éxito del ciclismo fuese que algún esforzado de la ruta se coronase rey de la montaña en un Tour. O que los nadadores, simplemente, no se ahogasen.
Además, el nacionalismo español no anda precisamente ayuno en los últimos tiempos de glorias deportivas con las que sacar pecho patriótico y rugir de orgullo, siquiera para dar en las narices a los malos perversos que quieren desmembrar la patria. Suenan “La Roja”, el Madrí, la “ÑBA”, “La Armada”, el Madrí, los adolescentes que se comen todo sobre dos ruedas y el Madrí; las “chicas” de esto o las “chicas” de aquello, el Madrí y las “Guerreras”. Todos, pegamento de la nación. A falta de otra causa, el deporte suple la querencia castrense por la soflama y el ardor patriótico. Ondean frenéticamente entonces las banderas con el torito de las narices, colmados los corazones de orgullo nacional. Pero ¿bádminton? No. Tuvo que haber algo terrible en aquellos días para tal exceso informativo por esto. Algo que se nos escapa. ¿Una aviso en clave? Los Monty Pithon lo podrían explicar mejor.

UN SUCESO EXTRAÑO

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