LOS TRES PILARES DE LA SABIDURÍA

No sé si a más gente le pasa lo que a mí cuando al ministro de Industria, señor Soria, lo envían las eléctricas a platicar sobre la tarifa de la luz: no me entero de nada. Se le da de fábula parlotear como Cantinflas, aunque el tipo sea un soso.  
Sus explicaciones son un galimatías ante el que hay que estar muy atento no ya para entender algo, sino para no perderse y descubrir que uno es un celentéreo. Pero ni con esas. Al final, se nos queda cara de panolis boqueando como besugos exangües, estupefactos como aquellos actores que daban réplica al cómico mexicano, ante una verborrea disparatada.
El caso es que después de extravagantes disertaciones nos cuenta que no vamos a soltar ni un céntimo de más, y a pesar de que el recibo de la luz ha subido un cinco por ciento pagaremos menos: “Ahí subimos para arriba porque si subimos para abajo... ¿no?... pues como quien dice, dijo, aquel pendejo, pues si subimos para luego bajar ¿pues entonces para qué subir si luego estamos abajo? Échele mi cuate, así no más cuando se sublima, a lo ecuánime”. O bien: “Porque el señor juez, señor, me preguntó, muy bien. Si el juez está allí y usted como hombre. Entonces vamos que ya porque es juez y uno lo que es, muy bien”.
Todo esto debe de ser como lo de la “indemnización en diferido” que soltó Cospedal, esa sagaz oratriz que aturde aturullándose ella misma. Pero por si esto no fuese suficiente, las compañías energéticas echan la red en la que ha de caer el incauto e indefenso contribuyente tejida con una de sus variadas e imaginativas excusas. Juran esta vez que la falta de viento y lluvias, el maldito anticiclón que “asoló” la Península las dos primeras semanas de enero, han sido la causa de que la energía térmica –más cara– haya relevado a la eólica y la hidráulica.
Esta es nueva. No está mal la invención, pero ya se les van agotando los pretextos. ¿Cuál será la próxima bola? ¿Que se les ha muerto la abuela? (La tradición escolar admite el óbito de hasta cinco yayas por curso, más es disculpa barata.)
Al caso. El objetivo es confundir a la audiencia, desconcertar al interlocutor como el charlatán que por cuatro cuartos endilga un producto que es maravilla verlo (y por la compra de seis potas, una espumadera de regalo). Una clásica añagaza que ofrece magníficos resultados. O los tres pilares de la sabiduría de esta política de cartón piedra: la mentira, la confusión y la evasiva. La consigna es simple: “Astucia, muchachos, salid ahí, mentid sin contemplaciones, despistad con elástica cintura, aturdid sin conmiseración, confundid sin piedad y cara de cemento, como Buster Keaton.
Niéguese, desmiéntase todo y que nada les conste, que ya embaucado, lo único que le quedará al ciudadano es pagar y tragar con lo que se le eche. Vosotros cobraréis en especies”. Consultorías, asesorías, consejos de administración, champán bajo tenues luces rojas o coloridos neones... Por enchufes que no quede.

LOS TRES PILARES DE LA SABIDURÍA

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