Palotes

Trazo recto o inclinado, hecho sobre un cuaderno pautado para empezar a aprender a escribir. La vida actual, las nuevas comunicaciones electrónicas nos han sumido en orquestaciones difíciles de calibrar y entender. Comportan ráfagas de ametralladoras último modelo que nos obligan a echarnos cuerpo a tierra so peligro de muerte segura. También, desde otra perspectiva no menos interesante, confundir la velocidad con la prisa. Así podemos desplazarnos en avión a cualquier país de la tierra pero una huelga de controladores aéreos o un atasco automovilístico lo impiden… Email, facebook, twitter y whatsapp rompen nuestras intimidades y desnudan aquellos “quereres” familiares que expresábamos en papel listado, comprado en los estancos, cuando cumplíamos la mili.
Quizás añoro el establecimiento de aquella caligrafía-la buena letra-que nos hizo padecer tanto en primaria y segunda enseñanza y que, sin embargo, tenía regusto ácido. Tintas lilas hechas de polvo con agua que nos manchaban los dedos, tiznaban la cara y eran terror de nuestras madres respecto a la ropa que vestíamos. Aquellas manecillas y plumas de metal que limpiábamos en la cabellera caminando hacia la letra sencilla como arma de conocimiento normal para entenderse. Progresar ejercitando la escritura inglesa o el no va más de la gótica alemana. O leyendo los libros manuscritos. Pandolistas que hacían arabescos con la pluma y consolidaban obras de arte como los códices medievales o la prosa barroca. A mí me producen frustración y pena contemplar hoy a parejas que pasean o están juntas sin hablarse directamente-el lenguaje de las miradas o el contacto de la piel-porque utilizan tablas y móviles. Cierto que las acciones provocan reacciones de signo contrario. Tal la televisión que acabaría por imponerse al cine y la radio cuando la realidad es distinta. Así mismo el libro impreso que reclaman los lectores a las editoriales cuando su política era antagónica.

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