Está situado en uno de los espacios más bonitos de la ciudad y tiene más de 100 años de vida. Es uno de los edificios más emblemáticos de A Coruña –y eso es mucho decir en una ciudad donde la arquitectura ha tenido tantísimo protagonismo– y es sede de una de las citas culturales más importantes de la ciudad, el Salón del Cómic. Pero nada de esto ha impedido que el Kiosco Alfonso se caiga a pedazos. Literalmente.
El pasado mes de noviembre la caída de parte de la cornisa obligó a acordonar la zona para evitar accidentes, y de paso para embellecer el paisaje –todos sabemos que las cintas de plástico son el reclamo perfecto para el turismo en la ciudad, especialmente en una zona tan céntrica y visitada–. Y así sigue. Acordonada. El Gobierno local adjudicaba el pasado 28 de diciembre –no, la fecha no es casual– la obra, pero desconocemos todavía los plazos de ejecución de esta. Y mientras, el Kiosco Alfonso se sigue desintegrando poco a poco. Casi como si fuese una metáfora de la ciudad.
Que un edificio tan emblemático, arquitectónica, social y culturalmente, no haya contado con inversión municipal alguna para su puesta a punto y remodelación desde 2008 –con Gobierno socialista–, demuestra lo poco que nuestro patrimonio ha importado al PP, y lo poco que importa a Marea Atlántica. Ni unos ni otros han sabido entender la grandeza de A Coruña, y desde luego ni unos ni otros han sabido gobernar la ciudad.
El Kiosco Alfonso es, desgraciadamente, el último titular, pero no el primero, de la serie de despropósitos que llevamos viviendo desde hace ocho años. Y mientras perdemos la posibilidad de las inversiones financieras sostenibles por la incompetencia de un gobierno que ha sido incapaz, no solo de pagar a los proveedores a tiempo, sino de traducir en hechos su programa electoral, A Coruña se va apagando. Las calles están cada día más sucias, los jardines descuidados, y la falta de propuestas reales en los barrios, destinadas a mejorar la vida de los ciudadanos y generar riqueza, hacen que los negocios cierren y el futuro se convierta en algo que mirar con miedo.
Esa no es la ciudad que queremos los coruñeses, y desde luego no es la ciudad que los socialistas buscamos. Nos merecemos un gobierno capaz de apostar por propuestas innovadoras, nos merecemos un gobierno que invierta en los barrios, nos merecemos un gobierno capaz de negociar con todas las administraciones y de escuchar a los ciudadanos, más allá de los formatos populistas y electoralistas, y, desde luego nos merecemos un Gobierno que no permita que un edificio declarado de interés cultural se caiga literalmente a pedazos.