Hielo y soledad

Nuestro periódico, verdades como montañas de hielo, informaba el pasado jueves que uno de los mayores icebergs de la historia está a la deriva. A lo mejor es una operación de marketing para anunciar el frío de una película romántica o un nuevo producto del mercado consumista donde todos los años nos sentimos requetebien. Un billón de toneladas se desgajaron de la plataforma de la   
Antártida. ¡Cuántos millones de litros de sangría, whiskys, gin-tonic y otras combinaciones de licores podríamos hacer con semejante masa! Otra vez el debate entre lo infinito y lo finito. Las grandes concreciones siderales y los pequeñisimos virus que potencian, respectivamente, catástrofes naturales y epidemias y enfermedades. 
Macro y micro. Macrocosmos –universo en diáspora– y microcosmos representación del primero en espíritu. Macroeconomía –sistemas económicos de un país utilizando conceptos globales– de lo que tanto gusta hablar a nuestros sátrapas para que los sigamos como corderitos deslumbrados por su sabiduría y microeconomía donde se desarrollan las clases medias y que nunca coinciden con los políticos que pretenden organizarte la vida. 
La serenidad no la confieren los años pero da en melancolía y en la lentitud de los témpanos de hielo abandonados en la esquina. 
La pausa permite que nos asomemos al espejo de la reflexión y escuchemos la soledad sonora. Escribo autocomplaciente. Sabiendo que en los errores viven mis aciertos. 
Estoy al pairo y escucho las dos voces de Enrique Larreta en “La Naranja”. La una dice: Y como complemento dela vejez, la soledad. La otra replica: la soledad no exite; y mucho peor que el hombre es la sombra del hombre”.
El iceberg a la deriva aparca el concepto que la verdad humana es el individuo. Lo demás mero fantasma.

Hielo y soledad

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