Trágica picaresca

Se creyeron amos del mundo. Dictadores en su parcela. Cuatro ambiciosos coincidentes con sus destinos. Listos que iban de listillos y sobrepasaron las normas. Cuatro nombres en el tablón de requisitorias de un juzgado. Miguel Blesa, Ignacio González, Norniella y Romero de Tejada. Lo pienso mientras saludo a mi amigo Petapouco en el entierro de un compañero en el cementerio de San Amaro. Tras dirigir mirada significativa al lema del camposanto –“El término del cuerpo es el que véis; el del alma, según obréis”– se mostró particularmente filósofo. Llega un instante donde la reflexión anida en los huesos y no consigo desprenderme de ella con las sábanas al despertar.
Cuando el requetedicho Petapouco va de cazador es mejor que se enrede con el aparejo. Con sus peces de plata que saltan a la nasa. Así el caballero deseado por el poeta. También el poder y la gloria. La soberanía y su terquedad. La política como medio para ser virtuoso: Platón, Agustín de Hipona, Maquiavelo, Rousseau. O camino a la dictadura: Alejandro el Magno, Augusto, Napoleón, Lenin, Stalin, Hitler. “Entre otras, insistió, piensa en muchas de las derivaciones de que hablan los periódicos”. Lo advierte mientras caminábamos con la comitiva hacia el nicho. “Comprúebalo tú mismo. El dinero atrae y el poder corrompe. El patrimonio de estos tipos, cogidos con el carrito del helado, daría para ellos y varias generaciones”.
Sin embargo, se empeñan en acumular riqueza maldita; rota la mañana de cristal por el rifle de Miguel Blesa sobre su pecho. Otro compañerete de ilegalidades, Ignacio González, salía a esa hora de la cárcel de Soto del Real a prestar declaración ante el juez. Dos ases trucados para la partida de tahures. Postverdades. Falsedades. Todo puede venderse o comprarse. Un pastel codiciado donde Norniella y Romero de Tejada, ex de Rato y del PP de Madrid, respectivamente con otros compañeros de viaje –comunistas, socialistas y sindicalistas– participaron en la Gürtel...

Trágica picaresca

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