ALGO TIENE EL VINO

Uno d e los violinistas más carismáticos de estos tiempos es Tedi Papavrami. Su seguridad, concentración y calidad interpretativa le han encumbrado entre los grandes.
En enero de 2013 había interpretado la “Sinfonía Española”, también con la Real Philarmonia, y esta vez fue el “Concierto para violín Op. 47” de Sibelius.
Anunciaba la prensa que dos músicos interpretarían sus partituras con Stradivarius el mismo día y hora, uno en A Coruña y otro en Santiago, coincidencia ésta, con seguridad, por la dificultad en agendas de orquestas y solistas, pero imposible, por inhumana, la ubicuidad. Por madurez e interés general nos hemos inclinado por escuchar el “Ex-Reynier” de Papavrami.
El mismo intérprete nos confirmó que interpretó su concierto con este instrumento, el cual, a pesar de haber sido construido en 1727, goza de un aparente buen estado. ¿Y la leyenda de los Strads se sustenta en algo intangible, mítico o responde a una realidad sonora precisa? ¿Se equivocan los violinistas o valen lo que cuestan: más de diez millones de euros actualmente? Pensamos que la calidad sonora de estos instrumentos encierra un misterio irrepetible que va más de allá de elucubraciones. En el caso del “Ex–Reynier” tiene un extraordinario registro grave y medio –Veloce sul “G”– y algo más difícil en sus frecuencias agudas, en la caja, pero con una proyección fuera de lo común y con la tersura cristalina marca “Strad”.
Tedi combinó una enorme técnica con finura extraordinaria, ejerciendo ambas una influencia interpretativa crucial, en una pieza que en su primer movimiento incita a la serena reflexión, a través de la indicación “dolce ed espressivo” y de la particular evolución melódica del discurso violinístico. El tercer movimiento fue vertiginoso y perfecto en su concepción enérgica. Fuera de programa otra lección de música con el, probablemente, preludio más famoso de la historia: el de la Partita III, BWV 1001. Sin palabras.
En el concierto también fueron interpretadas “Mar ao Norde”, de Fernando Buide y “Danzas Rituales” de Michael Tippett, ambas obras muy interesantes por el fiel reflejo que de circunstancias, personajes y lugares transcriben a notas.

ALGO TIENE EL VINO

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