Odio versus amor

Soy gente despreciable. Chusma. Gentuza según la aseveración lógica –no hay efecto sin causa–sobre el paranoico calificativo de quienes escuchamos misa los domingos y fiestas de guardar. Dicho por un alma en pena. Que solo destila odio sin justificación. Que entristece acerca del estado de sus células nerviosas a la neurosis que reseca sus comportamientos y ansiedades. Acaso un hombre atormentado como Dimitri Karamásov, todos conjurados para perderlo en la novela de Dostoieski, ante el que se arrodilla el stárets Zósima por lo mucho que va a sufrir sin merecerlo. Posiblemente una macabra interpretación de la retranca gallega y su manera de decir lo que se quiere distinta a lo que se manifiesta. Odio revestido de amor. “Por un lado ti xa ves e por outro, que queres que che diga”.
Porque manda llover en La Habana que las creencias personales de muchos millones de españoles molestan tantísimo a unos cuantos que deberían ocuparse de sus cosas y con ellos tendrían suficiente… Mientras que nos permitan reflexionar a los que creemos que estamos para merecer gracia. Jesús, a través de la fe, nos ha buscado y nosotros no podemos eludir el envite. “No me mueve Señor para quererte”. El hermoso soneto anónimo que ama a Dios aunque no haya cielo y lo tema aunque no haya infierno. “No me tienes que dar porque te quiera, / pues aunque lo que espero no esperara, / lo mismo que te quiero te quisiera”.
Pero ese mismo rencor hacia quienes vamos a misa los domingos constituye una prueba irrefutable que quien se preocupa por combatirnos y destruirnos se obsesiona por comprendernos y ahondar en el misterio. Un nuevo apóstol de gentiles, Pablo de Tarso, que invoca el mandamiento de Jesús. “Amaos los unos a los otros como yo os amo”, escrito al pie del madero mientras se le crucifica injustamente y también, paradójicamente, se le reconoce como discípulo.

Odio versus amor

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