Siguiendo a Plutarco podemos decir que “la paciencia tiene más poder que la fuerza” o, como dijo Eurípides, “el verdadero coraje es la prudencia”.
En efecto, paciencia e impaciencia son sendas actitudes o estados de ánimo que sienten y adoptan las personas ante las vicisitudes y adversidades de la vida.
Ambas reflejan distintas ideas en relación con el paso del tiempo, pues mientras la impaciencia es una lucha contra el tiempo, deseando que transcurra lo más rápidamente posible para conseguir lo que se pretende, la paciencia confía y espera en que el tiempo transcurra con normalidad, según su curso natural.
La impaciencia quiere que el tiempo corra: la paciencia quiere que el tiempo no se detenga.
La impaciencia crea angustia y desasosiego por el ansia de que las cosas se produzcan inmediatamente; la paciencia confía y espera en que se produzcan a su debido tiempo.
George Savile dice que “la persona que es maestra en la paciencia puede con todo lo demás” y Rousseau, por su parte, reconoce que “la paciencia es amarga pero su fruto es dulce”.
Con independencia de lo anterior, es lo cierto que paciencia e impaciencia son dos actitudes o maneras distintas de enfrentarnos a la vida. En este sentido, Kant dijo que “la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia la debilidad del fuerte”.
No cabe duda que la prisa y la urgencia no son los mejores aliados de la prudencia; pero ni la paciencia debe ser pasividad ni la impaciencia precipitación.
Como ejemplo de lucha contra el tiempo y todo lo terrenal puede citarse a los místicos que, como Santa Teresa y San Juan de la Cruz, aspiraban a una inmediata unión con Dios y, no en vano, una de las obras de José María Pemán lleva por título, “El divino impaciente”.
La paciencia es fruto de la serenidad y favorece la perseverancia pues, como dijo Michel de Montaigne, “el signo más cierto de la sabiduría es la serenidad constante”.
El ejemplo de la paciencia de Job en la Biblia y de Penélope en la Grecia Antigua son sendas pruebas de la fuerza de la paciencia frente a la adversidad. Eso nos demuestra que, como dice Benjamin Franklin, “quien tiene paciencia obtendrá lo que desea”.
La mejor defensa de la paciencia frente a la venganza y la violencia, la resume el viejo proverbio que dice: “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”.