Medio siglo es el tiempo que llevo inmerso en el mundo de la música. Primero como estudiante, y los últimos treinta y cinco años como profesional, tratando de buscar la imposible excelencia como intérprete y enseñando este difícil oficio a las nuevas generaciones. En todo este tiempo, jamás he asumido el reto intelectual y estético de tratar de expresar con palabras –siempre prefiero la guitarra- mi punto de vista sobre la que, para mí, es la obra más importante de la historia: la “Pasión según San Mateo” BWV 244 de Juan Sebastián Bach. Tampoco me atreveré ahora. Sólo trataré de indicar caminos por los que seguir la pista del genio.
Este viernes escuchamos a Ton Koopman dirigiendo la OSG y su Coro. El mero hecho de su programación supone un reto enorme de producción, por delante pues, mi respeto y enhorabuena al Consorcio. Dicho esto, hay tres cuestiones que podrían mostrarnos la dirección correcta. La primera es analizar la pura esencia de esta partitura. Bach, luterano convencido, compuso su mejor obra para mayor ensalzamiento de la figura de Cristo. Todo en esta colosal partitura está impregnado de guiños y efectos claramente religiosos, desde el desarrollo armónico y melódico -con un rigurosísimo estudio de sus evoluciones-, hasta los propios grafismos del original de Bach: en el primer movimiento, “Kommt, ihr Tochter, helft mir klagen”, tras los compases del coro que esbozan una melodía armónica ascendente, podemos ver una cruz perfectamente dibujada con notas en la partitura. Todos los detalles nos conducen a la figura de Cristo de manera convencida y decidida.
La segunda cuestión a valorar es si debe ser interpretada por una orquesta barroca con instrumentos originales o, por lo contrario, admitimos una sinfónica con instrumentos modernos, pensada para trabajar obras más “grandes” en las que una de las aspiraciones primeras es la producción de grandes gamas dinámicas para auditorios inmensos con músicas de la segunda mitad del XIX hasta nuestros días. ¿Tendría Bach en mente una orquesta con instrumentos tres siglos más avanzados o aquella con los instrumentos con los que convivía y que tanto valoraba? ¿Buscaba un coro prioritariamente técnico capaz de asumir tempis de vértigo o el coro del que disponía no daba la talla? Se quejaba Bach de que sólo 17 de los 54 miembros de su coro estaban a la altura, tal como escribió el 15 de abril de 1729.
La tercera cuestión es plantearse si el auténtico sentido de la Pasión es más representativo que interpretativo, como en vida de Bach, en la que un grupo de fieles se reunían en una pequeña iglesia para celebrar el triunfo de la vida, la resurrección del espíritu. El error surge cuando lo extrapolamos a los grandes auditorios actuales, llenos de expertos insistiendo en analizar esta colosal pieza de arquitectura musical como si se tratara de un concierto más.
Bach seguirá soportándolo todo, y su espíritu nos sobrevolará a todos. Otro milagro más que algún día descifraremos, o quizá no.