En estos tiempos, que algunos loros vocingleros se hartan de proclamar a cada instante como históricos, los “decires” han tomado absoluta y total preponderancia sobre los “haceres” lo que es prueba de que en realidad atravesemos es por un periodo de escualidez y mediocridad generalizada.
Los hechos y las ideas sufren el desprecio mas continuo mientras que se eleva a los altares la más estúpida de las ocurrencias y la mentira más obscena acaba por ser consagrada popularmente como definitiva verdad. Tanto es así que para engañar aún más se le ha bautizado como “post-verdad”. Y con eso ya el trágala es total.
A cada día, a cada paso uno se tropieza con ese muro que se eleva y ensancha cada vez más. Un muro que está acorralando a la inteligencia y que está derrotando a la razón. Y en el que tienen, y hay que decirlo ya de todo y de una vez, una terrible responsabilidad los medios de comunicación, cuyo retroceso y decaimiento, en tanto y reiterados casos y publicaciones, de las más mínimas normas éticas y profesionales es cada vez más abrumador.
La objetividad, ya sabemos, es imposible, pues somos todos subjetivos y desde nuestro prisma personal interpretamos la realidad, pero que se haya perdido totalmente el respeto por los hechos y que el afán por la veracidad sea un despojo tirado en el desván a favor de la agitación la propaganda más procaz es el verdadero signo y una definitiva arma de desinformación y al tiempo fanatización y manipulación del conjunto de la sociedad.
Son, más que históricos, tiempos muy tristes y enfangados y cada vez se encenagan más. Los hechos, las razones, el más mínimo sentido común son apedreados a cada segundo. Hay quien resiste y quienes aguantan el chaparrón, pero enfrente está el aliado de la mendacidad, esas redes tenebrosas, donde, so pretexto de ejercerla, en realidad lo que se pisotea es la libertad y los derechos de las personas impunemente arrastrados por el fango de la manera mas indigna y sin capacidad alguna de defensa. Nos hemos rendido a que se pueda reproducir y expandir sin que ya nos planteemos ni siquiera el impedirlo el odio más terrible y la calumnia más total. No parece haber defensa y aún peor el señalar el cáncer lo único que conlleva es convertirte en pieza a abatir.