Hamlet

El público es muy inteligente. Por eso no duda en abonar la tarifa más cara de toda la temporada a cambio de ser obsequiada con vino y rosas. A tal magnitud y excelencia elevamos el espectáculo “Hamlet” de Shakespeare, ofrecido por la Compañía Nacional de Teatro y Kamikaces Producciones. Dos representaciones, ciclo principal, que reventaron las costuras del hermoso local municipal de Riego de Agua.
Enfrentarse al espacio del genio de Avon con vestimenta actual, mobiliario, costumbres, diálogos y sentimientos da en ratonera viviente donde uno puede quedar apresado. Pero Miguel del Arco, versión y dirección escénica, lo soslaya a base de una inspirada batuta dramática, manteniendo la eterna duda del introvertido príncipe de Dinamarca. Alma desarraigada. Irresoluto. Meditativo. Poético. Conmovedor. ¿Suicida? ¿Vengativo? ¿Psicópata? ¿Atormentado por el recuerdo paterno? Valga recordar que el ser o no ser es una pregunta a priori mientras Calderón lo retrotrae por su catolicismo: “El delito mayor del hombre es haber nacido”. De ahí que contradigamos el aserto nietzchano “contradícete a ti mismo”.
Sin sentar cátedra, este atormentado protagonista, personalizado por un brillantísimo Israel Elegalde, completa una impecable lista, desde la descocada Ofelia, encarnada por Ángela Cremonte, que acaba su zozobra en las aguas del río, hasta el resto de múltiples actores asumiendo diferentes roles: Cristóbal Suárez, José Luis Martínez, Daniel Freire, Jorge Kent y Ana Wogener… Misterio. Terror. Suspense. Intriga. Comediantes. Sepultureros. La calavera del bufón Yorick. El fatídico duelo…
Una escenografía voluptuosa, transparente, helicoidal en la fuerte “gasa” usada como telón. Descenso del techo del escenario para el cementerio. Proyecciones. Música. Efectos especiales. Un orbe que está al alcance de la mano como si fuese un avión jet. Obligado referirse a los integrantes de la ficha técnica y logros conseguidos.

Hamlet

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