Imagínese una ciudad en la que el transporte público ofrece un servicio verdaderamente eficaz. En la que el gobierno municipal ha estudiado, asesorado por los técnicos municipales, que son tremendamente competentes en estas lides, cuál es la mejor manera de reorganizar las líneas de autobús, de qué forma el tráfico sería más fluido, en qué vías debe actuarse de manera prioritaria... sería una ciudad en la que llegar a tiempo al trabajo, al gimnasio, al cine o a recoger a los niños del colegio sería sencillo, rápido, cómodo.
Imagínese una ciudad en la que las inversiones no se pierden. Donde se apuesta por los vecinos, donde se desarrollan programas que reviven barrios para convertirlos en zonas comerciales atractivas, en donde se facilita a la industria asentar proyectos con futuro, pensados para generar puestos de trabajo. Una ciudad donde cada euro cuenta, donde no se gasta, se invierte, generando al final más riqueza, mejor ciudad para todos.
Imagínese una ciudad en la que cada barrio cuenta con línea directa con el ayuntamiento. En la que la alcaldesa -¿por qué no? Una mujer en María Pita- conoce la realidad de cada área, escucha a los vecinos y actúa en consecuencia. Una ciudad en la que los centros cívicos están en buenas condiciones y cuentan con actividades interesantes, en la que la oferta deportiva y cultural es accesible a todos, en la que nadie se queda fuera.
Y ya puestos a imaginar, imagine que eso, que nadie se quede fuera, es posible. Porque en esa ciudad que imaginamos un gobierno de izquierdas ha sido capaz de gestionar los recursos municipales para proporcionar a los más vulnerables una atención adecuada. Con centros de día, con servicios sociales eficaces, con programas especialmente pensados para que la ciudad de todos sea, se verdad, de todos.
Una ciudad así atraería turismo, ¿no le parece? Así que el gobierno de esa ciudad mejoraría las comunicaciones para fomentarlo. Mantendría las calles limpias, los monumentos lustrosos, los parques verdes y los edificios históricos rehabilitados, para que el paseo de los visitantes fuese de verdad una delicia, y permitiese disfrutar de la belleza de la urbe. El gobierno de esa ciudad se sentaría con todas las instituciones y administraciones para negociar y conseguir siempre lo mejor para sus vecinos. Con paciencia, ideas, mucho sentido común y mucha mano izquierda, poniendo siempre a la ciudad por delante de cualquier otro interés, porque al final esa ciudad es el interés que compartimos todos. Un gobierno que jamás permitirá que se abra la puerta a ideas retrógradas, mermantes, ni a ideologías de extrema derecha que apuesten por hacer retroceder los derechos y libertades. Un gobierno progresista, proactivo, ilusionante.
Ahora imagine que vive en esa ciudad. ¿Le cuesta? Pues le aseguro que es posible, y mi trabajo, mi esfuerzo y todo el talento del equipo de socialistas coruñeses se centra ya en conseguir que esa ciudad, esa Coruña, sea una realidad en 2019. Porque no nos hace falta imaginar una ciudad perfecta, nos hace falta construirla. Y lo haremos todos juntos.