¡Dios te libre que un friqui bravucón de playa decida poner su toalla al lado de la tuya! No te hará caso, pero tendrás que soportar sus ejercicios gimnásticos, chulerías gestuales y miradas conmiserativas a los infelices que cree lo admiran. ¡Claro no tienen sus músculos de acero ni armónica belleza! Vamos, a pie de arenal, un canon de Polícleto sacudido por la brisa. También un ego tan encendido que pierde su mirada en el horizonte sin reparar en las hermosas y discretas mujeres que la vida pone a su disposición. Él se muestra incapaz de verlas dado que los dioses ciegan a quienes quieren perder.
Lo peor de estos tipos es su nihilismo intelectual. Con ellos no rezan prohibiciones, banderas rojas que vedan el baño en determinados lugares o advertencias de los socorristas que intentan cumplir su trabajo.
Estos horteras de vía trasnochada y perro flautas de comunicación twitera quieren cargarse a los viejos que no creen en ellos y por eso no los votan. Imitan a los espartanos arrojando a los mayores por el Taigeto. Sin embargo, a nosotros corresponde perdonarlos, pero sin olvidar sus nombres, ya que en cuanto puedan nos saltarán a la chepa. No les guardemos en el baúl porque estos “culturistas” de crema protectora cincuenta aspiran a hacer real lo virtual. Spinoza, filósofo judío español, da mucha luz para comprender estos narcisos en bañador que caminan nuestras orillas. “El deseo es la esencia misma del hombre… No deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos”
Por cierto, paralelo a este personajillo de tres al cuatro, sumamos reclamación al cacique del Paseo Marítimo, asentado en la asamblea de facultad de María Pita, reivindicaciones políticas: “¿Nuestras banderas dónde están? ¿Dónde están nuestras banderas?