Independientemente del palo recibido por los socialistas en las elecciones europeas y al margen también de ridículo experimentado por los populares, ahora cabe hablar del inmediato futuro. O de los siete retos económicos que afronta la UE. De entrada, el nuevo Parlamento debe apostar por políticos que reduzcan la brecha del PIB, empleo y déficit entre los países del norte y del sur. Basta con apuntar que Francia, España, Irlanda, Grecia, Chipre, Portugal y Eslovenia no cumplen los objetivos de déficit y deuda. También hay que poner de relieve que la lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida es prioritaria. Véanse esos retos económicos: 1) Austeridad o crecimiento: España tendrá que realizar nuevos ajustes, bien a través de más recortes de gasto o de mayores subidas de impuestos. 2) Desempleo: Destaca del drama de España, con casi cinco millones de parados de los que un millón tiene menos de 25 años. 3) El camino a los eurobonos: España se vería obligada a mantener un superávit fiscal primario del 2% durante más de 20 años para cumplir las condiciones del fondo de redención. 4) Ingresos y fraude fiscal: Bruselas tendrá que crear un impuesto sobre transacciones financieras, iniciativa respaldada por once países, entre ellos España. 5) Sistema financiero y BCE: Después de la crisis, el mayor reto es la supervisión única, con el fin de amortiguar el coste de los rescates bancarios, y acabar con las diferencias en el coste de la financiación por países. 6) Energía: Esta abierto el debate sobre la dependencia energética que la UE tiene del exterior. La excesiva dependencia de Rusia hace necesario buscar mercados y fuentes de suministro alternativos. 7) Infraestructuras: La UE invertirá 26.000 millones entre 2014 y 2018 para la financiación de infraestructuras de transporte, y la mitad de ellos se destinarán a los países que aún son susceptibles de recibir fondos de cohesión. De los nueve grandes corredores que se van a construir, solo el central permitirá la conexión de 94 grandes puertos con vías férreas y carreteras, el enlace por ferrocarril de 38 aeropuertos clave con grandes urbes y la conversión de 15.000 kilómetros de vía férreas en líneas de alta velocidad. Así pues, en esta legislatura que empieza para Europa, ningún europarlamentario podrá dormirse y menos aún, roncar.